Una polémica: los editores de Roald Dahl, autor de obras como Charlie y la fábrica de chocolate, confirmaron que han cambiado palabras de sus obras originales. Una razón: adecuar los libros a la sensibilidad de los lectores contemporáneos. Una pregunta: ¿es este un acto de censura?
Una investigación realizada por el diario británico The Telegraph reveló que, entre 2020 y 2022, las obras del conocido escritor de literatura infantil, Roald Dahl, habían sufrido cambios sustanciales en el lenguaje, es decir, habían sido reescritas. Dahl, autor de obras como Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda y Los Gremlins, entre otras, se caracteriza por su humor negro y por crear personajes poco convencionales. Sus historias presentan mundos fantásticos, pero también incluyen elementos oscuros o crueles que pueden sorprender al lector.
Puffin Books, una división de Penguin Random House, que ha publicado gran parte de las obras de Dahl, admitió los cambios, señalando que buscan pulir el lenguaje para estar de acuerdo con la sensibilidad contemporánea. Han mencionado que consideran importante la inclusión y el respeto a la diversidad en la literatura y que muchos libros clásicos pueden tener contenido problemático con respecto a esos temas.
Estos son algunos ejemplos de la corrección idiomática que se ha realizado en las novelas de Dahl.
- Charlie y la fábrica de chocolate. Augustus Gloop, un niño glotón que era descrito como “gordo”, ahora es “enorme”, así se elimina el prejuicio contra las personas con sobrepeso y también se han eliminado adjetivos como “feo”.
- Las brujas. En este libro se señala que una manera de reconocer a las brujas es porque usan pelucas, por lo que el protagonista quiere tirar del pelo de las mujeres para descubrir su identidad. En el original, la abuela le decía: “No puedes ir tirándole el pelo a cada chica que conoces”. Ahora dice: “Hay muchos otros motivos por las que las mujeres podrían usar pelucas y lo cierto es que no hay nada de malo en ello”.
- Matilda. Originalmente, la protagonista, una pequeña y voraz lectora, disfrutaba de las obras de Joseph Conrad (El corazón de las tinieblas) y Rudyard Kipling (El libro de la selva). Ahora, en su lugar, lee a John Steinbeck y Jane Austen, al parecer para incluir a una mujer escritora y para alejarse de escritores que fueron criticados por tener una ideología imperialista. En esta misma novela, se han suprimido las referencias a la “cara de caballo” de la malvada directora y se han suavizado algunas escenas de maltrato que cometía con los estudiantes.
- Jim y el durazno gigante. Los personajes que se llamaban “hombres-nube” ahora son “personas-nube” y la tía Sponge ya no se describe como “la gorda”.
Quizás los cambios más extraños sean los relacionados con el color, pues en las nuevas ediciones, muchos objetos, como capas, tractores, etc. ya no son negros. También se han suprimido algunas referencias al blanco. Aparentemente, para evitar que se interprete como un mensaje racista.



Dahl, siempre polémico
Debido al humor negro y al lenguaje sarcástico que utiliza, la obra de Dahl ha sido siempre polémica. Por ejemplo, sus novelas Las brujas y Jim y el durazno gigante se han retirado varias veces de bibliotecas en Estados Unidos, las dos aparecen entre la lista de libros frecuentemente censurados entre 1990 y 1999, según la American Library Association. Las brujas ha sido acusada de tener expresiones misóginas y denigrantes, como “una bruja es siempre una mujer, aunque esté trabajando de cajera en un supermercado o tecleando palabras para un hombre”.
Precisamente para evitar la censura y aclarar que no se trata de dar una imagen negativa de la mujer, en las nuevas ediciones, se propone corregir el pasaje así: “El hecho es que todas las brujas son mujeres. No hay tal cosa como una bruja hombre. Aunque sea una científica de renombre o esté manejando un negocio”. De esta manera, se busca matizar las expresiones y evitar que el libro siga siendo retirado de las bibliotecas.
Pero el asunto del género no es la única arista problemática en Las brujas, también ha habido polémica por una supuesta discriminación por características corporales, ya que se dice que las brujas son calvas y que no tienen dedos en los pies. En 2020, en la adaptación cinematográfica de HBO Max de esta obra, se presentó al personaje de la Gran Bruja, protagonizada por Anne Hathaway, con unos pocos dedos de la mano y pegados entre sí, muy similar a cómo tienen las extremidades las personas que padecen de ectrodactilia, lo que causó una serie de críticas que llevaron a la actriz a disculparse públicamente y reiterar su respeto por la inclusión.
Jim y el durazno gigante es una novela sobre un niño que queda huérfano y escapa de la casa de sus tías. Esta se ha censurado por contener “lenguaje ofensivo” (el protagonista, Jim, usa ocasionalmente palabras malsonantes) y porque en algunas canciones que cantan los insectos se menciona el cigarrillo y el alcohol.
Tampoco Matilda se ha escapado de ser retirada de las bibliotecas porque los bibliotecarios no querían darles a los niños historias con padres y profesores negligentes que maltrataran a los niños, como los de esta novela.
La edición de 1964 de Charlie y la fábrica de chocolate pasó por una reescritura, autorizada por el mismo Dahl, quien accedió a realizar cambios cuando fue acusado de racismo por haber descrito a los trabajadores de la fábrica, los Oompa Loompas, como “pigmeos negros del África”. En aquel entonces se decidió cambiar a estos personajes por personas pequeñas de piel blanca.
No solo los libros han causado polémica. El propio Roald Dahl fue acusado de hacer algunas declaraciones antisemitas en 1983, cuando dijo en una entrevista para New Statesman: “Los judíos tienen un rasgo de carácter que suscita animadversión. Tal vez sea su falta de generosidad hacia los no judíos. Detrás de todo anti-algo siempre hay alguna razón. Ni un canalla como Hitler se las agarró con ellos sin tener algún motivo”.
En 2020 su familia publicó un comunicado de prensa pidiendo disculpas por esas declaraciones: “Esos comentarios prejuiciosos nos resultan incomprensibles y se contradicen totalmente con el hombre que conocimos y con los valores centrales de los relatos de Roald Dahl, fuente de inspiración positiva para varias generaciones de jóvenes”, decían.
¿Son intocables los clásicos de la literatura?
La reescritura de las obras de Roald Dahl ha abierto el debate sobre la fidelidad a los textos originales, especialmente cuando se trata de obras canónicas. Salman Rushdie comentó en su cuenta de Twitter que lo que estaba sucediendo con la obra de Dahl era una “censura absurda” y la escritora española Irene Vallejo comentó: “Si cambiamos los libros, dejan de ser testigos de su época”.
Sin embargo, cuando se trata de literatura para niños y jóvenes, los editores suelen cambiarlas para actualizar el lenguaje y acercarlas a los lectores. Por ejemplo, no escandaliza a nadie que un clásico como el Quijote tenga cientos de adaptaciones para niños con recortes de capítulos, cambios en el lenguaje, versiones gráficas, etc. Lo mismo sucede con los clásicos griegos La ilíada y La odisea.

O con los cuentos de hadas: tras la primera edición de los Cuentos para la infancia y el hogar, el editor Achim von Arnim les escribió a los Grimm una carta felicitándoles por el éxito de sus cuentos, especialmente entre los niños, por lo que les proponía realizar algunos cambios: “He oído lamentarse a alguna madre de que la parte en la que un niño mata al otro no puede dejarse en manos de sus hijos”.
Wilhelm, que se preocupaba por complacer a sus lectores, convenció a Jacob de aceptar la sugerencia del editor y realizó los cambios. En el prólogo de la segunda edición dijo: “En esta nueva edición hemos borrado todas las expresiones no adecuadas a la edad infantil”. Desde entonces, las historias de los hermanos Grimm han sido contadas y cambiadas infinidad de veces, incluso las clásicas adaptaciones fílmicas de Disney introducen grandes cambios con respecto a los libros. Ninguno de estos ha causado polémica o debate.
En cuanto a los cuentos de hadas, quizás haya que hacer una salvedad con La sirenita, de Hans Christian Andersen, cuya adaptación cinematográfica de 2023, en la que la sirena Ariel es interpretada por la afroamericana Halle Bailey, despertó nuevamente la polémica sobre la fidelidad que se debía tener hacia las historias originales. Esto nos da la clave de que, detrás de esta discusión, lo que preocupa no son los cambios, sino la ideología detrás de estos.

En el caso de la obra de Dahl, la editorial ha contratado un grupo de “lectores sensibles” para que revisen los textos y sugieran las modificaciones hacia lo políticamente correcto. Es decir, no parte de un pedido puntual de los lectores reales (los niños y jóvenes) o de los mediadores de lectura (bibliotecarios, padres y profesores); parecería más bien una decisión tomada por los herederos y editores del autor para “limpiar” su imagen, tan cuestionada en los últimos años. Las editoriales a cargo de sus traducciones ya se han pronunciado señalando que no realizarán ningún cambio en otros idiomas.
A pesar de todo, la discusión sobre qué deberían leer los niños siempre será un tema polémico, pues finalmente esas obras pasan por el filtro del adulto, su ideología, su concepción de la educación, su cultura y por las exigencias de un mercado. Se hace evidente que siempre es necesario el acompañamiento de un adulto para que los niños puedan comprender que una obra pertenece a un tiempo y a una cultura, y discutir cualquier idea que les resulte inquietante.