
Al sur de la península de Yucatán, en la frontera con Guatemala, hay unos bosques infinitos donde viven los jaguares y se han encontrado vestigios de una poderosa y sofisticada civilización maya: el reino de la Serpiente.
Donde ya no se ven grandes portones de resorts amurallados y descendientes mayas vestidos de frac, empieza la aventura en la península de Yucatán.
La puerta de entrada es Bacalar, un caserío atravesado por la autopista que baja desde Cancún hasta Chetumal y divide, como una cesárea, las diez calles de tierra que conforman este pueblo, además, famoso por sus tortillas, ¿qué pueblo de México no?
A Bacalar, que queda justo en el límite entre el hiperturístico estado de Quintana Roo y Campeche, se le conoce en las guías de viaje como la laguna de los Siete Colores. Lo que pasa es que uno llega y no ve ninguna laguna. 1. Porque en la península de Yucatán no hay montañas (ni montículos). 2. Porque a diferencia de todos los kilómetros anteriores, en la carretera de este pueblo, no hay una valla que te venda ni te indique nada. 3. Porque no se puede subir a las pirámides cercanas de las que se podría divisar.
Así que toca buscársela. A través de una puerta de madera, algunas veces con alambre, como las de los potreros, uno atraviesa una finca y varias gallinas. Y de pronto se queda con la boca abierta por lo que tiene enfrente: unos largos muelles puntuados por chozas con techo de paja que dan a una laguna de aguas azules traslúcidas y fondo blanco, un golfo sin inicio ni fin, con unos bosques verdes enfrente. Sí, verdes.

Es un agua dulce que tiene los colores del mar de Holbox, de Cancún, de Tulum y otros tonos más, mezclados en una iridiscencia que al atardecer se desplaza al cielo. Su poca profundidad permite que los niños naden en la mitad de la laguna sin que los papás griten, que los adultos floten junto a lotos mecidos por aguas mansas y otros practiquen velerismo. Una inmensa piscina natural en la que también se ofrecen excursiones en pequeñas lanchas para ver los siete colores y los cenotes que brotan de la laguna.
Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad
Y esto es apenas el comienzo, porque Chetumal y no Cancún, como podría pensarse por su grado de urbanización, es la capital del estado de Quintana Roo. Por allí, antes de cruzar la frontera con Belice y el río Hondo (¡el primer río cercano en ocho días!), se toma la carretera que conduce a la joya mejor guardada de la península de Yucatán: la antigua ciudad maya y los bosques tropicales protegidos de Calakmul.
Estamos hablando de una reserva de bosque tropical y subtropical de 726 000 hectáreas. Es el segundo hotspot de biodiversidad de las Américas, después de la Amazonía, y la mayor reserva del jaguar, animal poderoso y sagrado para las culturas ancestrales del continente.
Aproximadamente una hora después de ingresar a la zona protegida, en carro, por una estrecha carretera lastrada donde se ven y se escuchan pavas, búhos, monos, coatíes y otros mamíferos, se llega al antiguo reino de la Serpiente, el reino Kaan. Un inmenso complejo que dominó toda la zona del Petén durante 1500 años en el período Clásico y Clásico tardío de la civilización maya (250-990 d. C.) y que rivalizó con Tikal, ubicada al otro lado de la frontera, en Guatemala, a 35 kilómetros de distancia.
Cuenta la historia que los reinos de Tikal y Kaan se enfrentaron en varias oportunidades por el dominio de la zona de 13 000 km que incluía decenas de otros asentamientos arqueológicos. Tikal venció en el siglo X y Kaan fue abandonada hasta ser redescubierta en 1931 por el biólogo Cyrus Longworth Lundell, mientras trabajaba para una compañía dedicada a la explotación de chicle a partir de la resina del árbol chicozapote (técnica que ya conocían los antiguos mayas).

Longworth fue quien bautizó Calakmul, que significa “dos pirámides adyacentes”, a la capital de este reino, declarada por la Unesco en 2002 Patrimonio Cultural de la Humanidad. Además, en 2014 Calkamul fue reconocida como Patrimonio Mixto por sus valores naturales como Reserva de la Biosfera y su Valor Universal Excepcional. Solo tres áreas en las Américas tienen esta doble distinción: Machu Picchu, Tikal y Calakmul.
El asombro de Longworth, al llegar a la gran plaza central con dos inmensas pirámides de piedra maciza, hoy identificadas como Estructura I y II, no debe distar mucho de lo que sienten los aún pocos turistas que llegan hasta este recóndito reino que emerge, como una alabanza a los dioses, en medio de un infinito océano verde. In the middle of nowhere.
Mayas: los creadores de montañas
Poder subir a las pirámides, que ya está prohibido en la mayor parte de sitios turísticos por temas de conservación, sin duda, marca una gran diferencia. La Estructura II con sus 55 metros de altura es considerada la segunda estructura maya más alta de México, después de la pirámide de Toniná en Chiapas.

A ese rascacielos prehistórico se accede subiendo por unas estrechas y vertiginosas escaleras con unos ochenta grados de inclinación. Cuando, finalmente, corona la cima, divisa este océano verde 360 grados a la redonda. Ni un cable ni una antena celular ni una carretera ni una casa. Solo algunas montañas de piedra emergen del horizonte verde, remanentes de una civilización poderosa que también conoció la escritura. Dicen que en los días despejados se puede ver la pirámide de Tikal.
Aunque solo ha sido descubierto el 5 % del complejo, gracias a las excavaciones iniciadas en 1982 por un equipo de la Universidad Autónoma de Campeche, se ha podido vislumbrar la magnitud de este centro cuya extensión se calcula en setenta kilómetros y más de seis mil estructuras en piedra.
Además de altas pirámides y zonas habitacionales, se han encontrado sofisticados sistemas de manejo de aguas mediante reservorios, túneles y canales. Los hallazgos incluyen decorados que dan fe de su jerarquía, como máscaras de jade y coloridas pinturas murales, y entre 120 y 160 estelas de piedra que convierten a Calakmul en el mayor depósito de textos dinásticos mayas.
La epigrafía maya
Las estelas son monumentos conmemorativos que se erigen sobre el suelo en forma de lápidas y en Calakmul se encuentran a menudo como antesala de las pirámides. Sus tallas en bajo relieve representan jeroglíficos que forman parte del sistema de escritura maya, el más avanzado del continente según los estudiosos que trabajan en su desciframiento desde los años ochenta del siglo XX y que también se expresa en los códices.
Los glifos de las estelas de Calakmul han arrojado mucha información sobre el desarrollo político y espiritual de la ciudad y sus enfrentamientos con Tikal. Según una publicación especializada, el descubrimiento de la escritura maya sitúa a Mesoamérica entre los grandes focos de cultura escrita de la humanidad, como Egipto, Mesopotamia, el valle del Indo y China.