La mujer que hay en Britney

Britney Spears se liberó de una tutela pero, ¿también está libre su mente? En The Woman In Me recorre su paso por la industria de la música y el dolor de la custodia a la que fue impuesta por su padre.

Para 2019 Britney Spears llevaba más de una década explotada y abusada psicológicamente por su familia, y sus fans más devotos lo sospechaban. Las pistas en redes sociales, directos y entrevistas de familiares cercanos encendieron los focos rojos. Después de que canceló su residencia artística en Las Vegas, la ingresaron en una clínica de salud mental de emergencia.

Esa no fue la primera vez que el público fue testigo de lo debilitada que estaba su salud emocional. Si Britney no estaba sobre un escenario, siendo jueza en realities de canto como The X Factor, o en eventos públicos, seguramente estaba con un médico, en una clínica de rehabilitación o tratando de descansar en casa. Lo que nadie sabía es que ninguno de esos era un espacio seguro para ella y que estaba siendo vigilada constantemente.

El mismo año en el que Britney canceló su residencia en Las Vegas, el hashtag #FreeBritney (Liberen a Britney) ganó popularidad y, años más tarde, se convirtió en un movimiento que la llevó a sentarse en un juzgado declarando en contra de Jamie Spears, su padre; un hombre que orquestó una tutela que, según su desgarrador testimonio, la privó de los derechos humanos más básicos y la “encarceló” en un contrato laboral, financiero y personal lleno de prohibiciones.

La cima

Britney fue una adolescente de voz dulce, bailes sincronizados, que vestía tops diminutos de colores pasteles y cabello castaño. Con dieciséis años saltó a la fama y se convirtió rápidamente en “la princesa del pop”. Ahora, Rolling Stone describe a Britney como “la chica que trajo de vuelta al pop adolescente” y su catálogo, según Time, es uno de los más complejos e importantes en el mundo de la música. “Sus canciones han definido los primeros veinte años de este milenio”, escribió Maura Johnson en el artículo “El legado pop de Britney Spears va mucho más allá de la música”.

Con once discos publicados, cien millones de copias vendidas a escala mundial, una película, perfumes, maquillaje, el éxito de la marca Britney parecía no acabar. Juzgada por la prensa e idolatrada por sus fans, creó himnos pop, considerados inmortales por la crítica, como “Baby One More Time”, “Oops I Did It Again”, “Toxic”, “Womanizer”, y baladas como “Sometimes” y “From The Bottom Of My Broken Heart”. Todos hemos escuchado al menos una canción de Britney Spears.

"Baby One More Time" es el himno que cambió la carrera de Britney Spears.
“Baby One More Time” es el himno que cambió la carrera de Britney Spears.

2007 fue un año que marcó un antes y un después en su vida. En septiembre se subió a los escenarios de los VMA (una gala de premios de la cadena MTV) para interpretar su single “Gimme More”. Se la veía notablemente incómoda, se acomodaba el vestuario, el pelo, se olvidaba la coreografía. En apariencia lucía bien a pesar de que, meses antes, la presión de la fama y el acoso de los paparazis la había vencido.

Ya se había divorciado de Kevin Federline, perdido la custodia de sus hijos y vivido un brote psicótico frente a los insistentes lentes de la prensa. En los VMA se murmuraba sobre eso. Britney, la profesional, seguía en el ruedo. Britney, la mujer, estaba rota.

Britney Spears MTV Video Music Awards, 2007.
MTV Video Music Awards, 2007.

Tocar fondo

Después de esa breve presentación, ni el público ni los medios tuvieron piedad. “Está acabada”, “ya no es la misma”, “¿qué le pasó?”, fueron algunos de los comentarios que aparecieron en la prensa. En 2007 también salieron memes que aún circulan por la web, en los que se la ridiculiza. Ese también fue el año en el que se rapó y lloró frente a un espejo, el que amenazó a paparazis con un paraguas y en el que la pesadilla de su tutela comenzó.

En 2008 Jamie Spears se convirtió oficialmente en el representante de Britney. Lo que comenzó como algo temporal, “solo por un par de meses”, como había asegurado su padre a los medios, se extendió por trece años. “¿Quién me devuelve mi juventud perdida?”, escribió en su Instagram después de que, finalmente, recuperó su libertad y su acceso a redes sociales y cuentas bancarias.

Durante más de una década, su padre la forzó a tomar drogas fuertes como litio y a presentarse en eventos públicos a pesar de que, en más de una ocasión, deliraba por la fiebre o su salud mental estaba debilitada. Escudado por la tutela, Jamie le prohibió manejar sus redes sociales y su dinero. Colocó micrófonos en su casa y monitoreaba sus movimientos.

Estalló en contra de los paparazis.
Estalló en contra de los paparazis.

En junio de 2021 Britney relató ante la jueza Brenda Penny, del juzgado de Los Ángeles, cómo su familia apoyó a su padre para que la obligaran a trabajar y a vivir en condiciones inhumanas. En todo el mundo el hashtag #FreeBritney volvió a ser tendencia, y las calles se pintaron de colores, carteles y banderas a la espera del dictamen de la justicia.

El movimiento Free Britney, además, fue la prueba de lo importante que es la presión social para generar un cambio no solo en el mundo del espectáculo. Junto al periodismo investigativo lograron llamar la atención de la justicia para que su tutela fuera revisada. Gracias a un reportaje publicado por The New York Times y dos documentales que se difundieron por la plataforma Netflix, su caso logró crear un precedente en la justicia estadounidense: ¿son las tutelas un modelo ético o una solución a largo plazo? La opinión pública recordó a Amanda Bynes, que también vivía con una tutela, y se abrió el debate sobre la salud mental y cómo se tratan las adicciones en el mundo del espectáculo.

“Hija, estás muy gorda, pero tranquila, tu papi está aquí y te vamos a poner de nuevo en forma”, fue lo que su padre comentó después de su presentación en los VMA, recuerda Britney. Jamie estaba, presuntamente, preocupado por la salud de su hija mayor. No quería que su imagen se viera afectada o que su carrera se derrumbara.

Lo cierto es que, mientras Britney consumía todo tipo de sustancias y tenía una salud mental quebrantada, aprovechó para plantear la idea de la tutela para su hija. Sus abogados defendieron su decisión, alegando que “la vida (de Britney) estaba en ruinas y que ella estaba angustiada física, emocional, mental y financieramente”.

La niñez perdida

Britney junto a su padre Jamie Spears.
Junto a su padre Jamie Spears.

Cuando tenía once años formó parte del Club de Mickey Mouse, junto a cantantes como Cristina Aguilera y Justin Timberlake. Fue expuesta a la presión laboral de la industria prematuramente, las fiestas, el consumo de sustancias y los comentarios desatinados de la prensa. En 1999 alcanzó reconocimiento mundial gracias al éxito de su álbum debut Baby One More Time.

Britney era aún una menor de edad cuando se convirtió en la promesa del pop, pero aun así fue sexualizada y nombrada como una de las mujeres más cotizadas de la industria del espectáculo. Años más tarde, tras confirmar su romance con Justin Timberlake, la prensa se empeñó en publicar detalles de su vida íntima. La pregunta de siempre era: “¿Britney es virgen aún?”.

El caso de Britney no es el único en el mundo del espectáculo. Al igual que ella, actrices que empezaron su carrera desde niñas como Lindsay Lohan, Drew Barrymore y Jennette McCurdy han hablado abiertamente sobre los abusos que han vivido dentro su familia o la industria, de las tutelas y de las adicciones.

McCurdy, por ejemplo, escribió un libro en el que detalla —con el humor que la caracteriza— los tormentos de haber sido una niña actriz. I’m Glad My Mom Died (2022) causó polémica desde su título, y en él denuncia lo vivido en cadenas de televisión infantiles como Nickelodeon, y confiesa el dolor de haber sido abusada física y emocionalmente por su madre.

Historias como las que Britney y Jennette escriben en sus libros ponen en la mesa un tema de conversación que es aún tabú en la sociedad: ¿qué pasa cuando la familia no es un espacio seguro, sino abusivo?

Cuando Britney se casó con Sam Asghari, en el verano de 2022, ningún miembro de su familia biológica asistió. Sin embargo, se rodeó de amigas y colegas como Madonna y Paris Hilton. Ese día escribió en su Instagram: “Mi familia arruinó mis sueños”, pero, por otro lado, ha encontrado en su familia elegida, en su música y en su deseo por reconectar con sus hijos la fuerza para seguir. “Ella es valiente, es como una leona”, comentó su ahora exesposo, después de que fuera liberada de la tutela del padre.

Free Britney es el movimiento que hizo comprender la gravedad de la tutela de Spears en 2021. Los documentales de 2021 ayudaron a la cantante en su lucha por la libertad.
Free Britney es el movimiento que hizo comprender la gravedad de la tutela de Spears en 2021. Los documentales de 2021 ayudaron a la cantante en su lucha por la libertad. Fotografía: Shutterstock.

La psicóloga sanitaria Gracia de Jesús describe, en el portal Antena 3, cómo la sobreprotección de los padres provocan conductas controladoras y perjudiciales para el bienestar de sus hijos como sucedió en esta historia. “Britney saltó a la fama demasiado joven, lo que generó en ella una predisposición para tener desequilibrios emocionales por la falta de madurez para digerir situaciones tan intensas como esa”.

La psicóloga también recuerda que, desde sus inicios, los padres de Britney se encargaban de organizar su agenda y su economía, “lo cual era normal debido a que era menor de edad. Pero parece que la dinámica de sobreprotección permaneció en el tiempo”, y su padre, dice la experta, presentaba conductas autoritarias, e incluso rasgos narcisistas y maquiavélicos. “Según lo declarado por Britney, su padre tenía cero empatía, creía que el fin justificaba los medios y aplicaba técnicas de manipulación para convencerla de mantenerse bajo su supuesta protección”.

“Todavía no soy una mujer”

A pesar de que la tutela a la que Britney fue condenada empezó en 2008, la relación con su padre y su equipo de trabajo no fue siempre la mejor y lo dejó claro en sus canciones. En su sencillo “Overprotected” (2001), por ejemplo, habla de cómo necesitaba cometer errores para saber quién era.

En el video de la canción, se la ve bailando, literalmente, sobre la espada y la pared, sintiéndose asfixiada y siendo acosada por la prensa. “No necesito que nadie me diga qué es lo que quiero”, cantaba en un verso. En “I’m Not a Girl, Not Yet a Woman” (2001) confesaba que no se sentía como una niña, pero que tampoco era una mujer, y que necesitaba tiempo para conocerse.

En su libro, que en español se titula La mujer en mí, deja claro que ya ha crecido, que ya se ha conocido, que ya sabe lo que quiere, pero que el aprendizaje nunca acabará. El título es también un guiño a dos discos que llevan el mismo nombre y a mujeres que han sido referentes para ella: Donna Summer y Shania Twain.

Publicado por la editorial Simon & Schuster, la autobiografía de Britney de 288 páginas ya le representó una ganancia inicial de quince millones de dólares. En el libro habla sin censura sobre su infancia, su caída, sus heridas, su batalla con la salud mental y su liberación de la tutela paterna.

Jennifer Bergstrom, vicepresidenta de publicaciones de la editorial, reveló en un comunicado de prensa que ella y su equipo confían en que este libro biográfico se convierta en un fenómeno editorial. “El emocionante testimonio de Britney ante los jueces de forma pública conmocionó al mundo, cambió las leyes, y demostró su inspiradora fuerza y valentía. No me cabe duda de que su libro de memorias tendrá un impacto similar y que será el evento editorial del año. No podemos estar más orgullosos de ayudarla, por fin, a compartir su historia”, afirmó.

Cuando Britney confirmó en redes la publicación de su libro, aseguró que trabajó muy duro al escribirlo: “así que más vale que les guste”, comentó en tono bromista. Para sus fans se ha convertido en sinónimo de resiliencia, valentía y la prueba de que, apoyada por la fuerza de una comunidad, siempre se puede empezar de nuevo.

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