NOTA DE LIBRE ACCESO

Las cartas del ‘Boom’, más allá del chisme literario

‘Las cartas del Boom’ es un libro que muestra el contacto personal y la correspondencia privada de cuatro grandes de la literatura latinoamericana: Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar.

Julio Cortázar fue uno de los integrantes del ‘Boom’ latinoamericano.

Tras sumergirse en cientos de archivos, y producto de una tarea casi detectivesca y un juicioso trabajo de curaduría, los editores Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos publicaron ‘Las cartas del Boom’ (Alfaguara, 2023).

Este libro nos permite entrar a las zonas más personales de cuatro grandes del ‘Boom’ latinoamericano, “un cuarteto que no reemplaza ni desplaza a la orquesta entera de la novela y la literatura latinoamericana”, dicen en la introducción.

Las cartas incluidas en el libro son una zona de cruce con los textos capitales de esta pachanga espasmódica de compadres, de los cuales dos son Premio Nobel de Literatura.

Junto con las notas al pie que complementan y proveen el contexto para comprender los hilos que tejieron estas relaciones, este libro promete un interesante recorrido coral por un período esencial de las letras de la región. Mundo Diners conversó con Augusto Wong Campos, uno de sus coeditores.

¿Cómo dialogó el ‘Boom’ con el resto de la producción literaria latinoamericana?

Las cartas entre estos autores ratifican lo que sabemos es el secreto de una buena salud en cualquier tradición literaria, lo que Octavio Paz llamaba la continuidad y la ruptura. Gabo dice en sus cartas que él y Vargas Llosa retoman en ‘Cien años de soledad’ y  ‘La casa verde’ los caminos de Gallegos y Rivera “para atravesarlos por el camino correcto”. Con la perspectiva que tenemos hoy está claro que el camino de ellos no era más “correcto” que el de sus precursores; simplemente era distinto, pero señalado ese ejemplo de ruptura, en las cartas se ratifica la relación bastante cercana que tenían con escriotres como Carpentier, Rulfo, Onetti, Paz, y algo más ambivalente con Asturias y Borges. 

¿Por qué es importante el juego en la narrativa y en la concepción misma del ‘Boom’?

El juego puede ser la cosa más seria del mundo y está emparentado íntimamente con algo que viene de fábrica en los cuatro autores, que es el sentido del humor. No es fácil sintetizar hasta qué punto este es un libro feliz, pero la sección principal se llama -no por azar- “Pachanga de compadres”. Cortázar y García Márquez en sus libros tienen sobradas muestras de esa vena, y Vargas Llosa también, sobre todo en Pantaleón y La tía Julia. Nada nuevo, y quizás la mayor sorpresa en ese sentido sea comprobar que Fuentes en su vida cotidiana, es decir en su vida epistolar, tenía la misma entraña. Lo que va a sorprender a quienes lean estas cartas es que el libro retrata una amistad feliz entre cuatro autores que trabajaban en solitario pero que se tenían en cuenta los unos a los otros por esa simetría en sus personalidades, su falta de complejos, su sentido de la ironía, y hasta coincidencias supersticiosas.

¿Por qué cree que suele soslayarse la cuestión política que atravesó el ‘Boom’?

Está claro que los ideales políticos de la década de 1960 no son los hegemónicos actualmente, y a menudo fueron traicionados o degenerados, o son ya piezas de un museo del horror. El apoyo de Cortázar a los regímenes de Cuba y Nicaragua tiene que leerse en su contexto y, por supuesto, criticarse desde la actualidad, pero ese esfuerzo de comprensión y discusión suele pasarse por alto porque es más fácil clasificar ideológicamente a estos autores en uno u otro bando. La tarea parece -pero sólo parece- sencilla en el caso de Cortázar o Vargas Llosa, mientras que la trayectoria política de Gabo y Fuentes ameritaría un libro entero. Ninguno de los cuatro estaba de acuerdo todo el tiempo en asuntos críticos, pero eso no implicó que dejasen de encontrar consensos, opinar ni de participar políticamente. Hoy, por supuesto, es más conveniente despolitizar la literatura, difundirla como un pasatiempo inocuo, una actitud que siempre irritó sobre todo a Vargas Llosa, quien tiene una fobia declarada al término “realismo mágico” por esa implicancia.

¿Por qué el ‘Boom’ fue esencialmente un auge de la novela? ¿Qué lugar tenían la dramaturgia, la poesía…?

La novela es el género masivo de la literatura; es natural que la narrativa latinoamericana alcanzara su máximo auge con autores que escribían principalmente en ese género. Pero ese éxito impactó sin duda en todos los otros géneros literarios, y con los años ya no fue sólo la novela sino toda la literatura latinoamericana la que tuvo la difusión que merecía. Fuentes señalaba un posible comienzo del ‘Boom’ con el premio Formentor a Borges en 1961, campeón del triatlón de poesía, ensayo y cuento; diez años después, el poeta Neruda obtenía el Nobel, y los sesenta fueron los años de consagración de Paz como ensayista y poeta. Los cuatro autores son inconcebibles sin la existencia de sus ensayos, que hubieran bastado para darles un lugar importante en la literatura (no hay que olvidar que Gabo tiene el manifiesto ‘La literatura colombiana, un fraude a la nación’ de 1960), y por lo menos dos de ellos tienen cuentos que afianzaron la reputación de su obra. 

¿De qué manera estas cartas nos muestran la planeación y el desarrollo de proyectos culturales colectivos como la revista Libre, por ejemplo?

Ellos propagaron la idea de que cada novela suya era como un capítulo de una sola gran novela, la novela latinoamericana. Esa idea de conjunto no se había dado nunca y no se ha vuelto a dar con ese nivel parejo de talentos. Las cartas muestran una y otra vez que quisieron trabajar otros proyectos juntos, no sólo como cuarteto sino como orquesta con muchos más pero, si todos quedaron truncos, es un caso fascinante de que “la intención es lo que cuenta” porque revela la enorme cercanía entre ellos.

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