
Ya sea por moda, por el sueño de emular a las grandes figuras del ciclismo, por disfrutar del tiempo de ocio en rutas con paisajes naturales o por las ventajas de ahorrar tiempo y dinero en los desplazamientos urbanos, lo cierto es que los apasionados por la bici son cada día más numerosos.
Fotografías Cortesía Daniel López
Sofisticada, con principios de aerodinámica y componentes de alta gama; clásica, para disfrutar de un paseo con look retro; eléctrica, la más innovadora; cómoda y manejable, para desplazarse por la ciudad… Desde siempre, su versatilidad las ha hecho únicas, pero hoy subirse a una bicicleta es tendencia.
Aunque desde hace muchos años es un deporte popular en el Ecuador, sobre todo en la provincia del Carchi, de donde proceden las principales figuras, el ciclismo cobró un auge extraordinario en el país cuándo Richard Carapaz, Jonathan Narváez y Jonathan Caicedo empezaron a brillar en el Giro de Italia, una de las tres grandes vueltas (junto con el Tour de Francia y la Vuelta a España) que se disputan en Europa y que son foco de todas las miradas por su prestigio internacional.
Por si todavía no lo han hecho y se lo están planteando, ¿saben cuánto supone para su bolsillo subirse a la moda de la bici? Jonathan Caicedo, campeón de la Vuelta a Colombia en 2018, pedalea en una bicicleta de marca Cannondale, con componentes Dura-Ace, cuyo costo en el mercado europeo puede estar entre cinco y siete mil euros. “Gracias al auspicio del equipo se puede disfrutar de la belleza de montar en ella”, explica.
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Sin embargo, esa oportunidad no la tuvo en sus comienzos: “Yo empecé a la edad de cinco años con una bicicleta que apenas tenía las ruedas y la cadenilla para dar pedal. Me la regaló mi tío y le di bastante uso hasta que quedó inservible”. El papá de Jonathan Caicedo fue ciclista. “Lo íbamos a ver a las competencias, así que más tarde armamos una bicicleta marca Duarte, de las que tenían las palancas bajo el marco”, dice. “Los otros corredores ya corrían con los cambios en las maniguetas, pero era costoso y yo era el único que no los tenía”, recuerda.

Con esfuerzo, “a medida que iba compitiendo y ganando, ahorraba para comprar una bicicleta de top profesional, creo que me costó entre 1000 y 1500 dólares”, asegura el Venado, como lo llama la afición. La imagen de este animal “fuerte y ágil” está en la indumentaria que él mismo viste y que también vende en Team JC, la tienda especializada en bicicletas, ropa y accesorios para este deporte que ha abierto en el CCI Iñaquito de la capital ecuatoriana.
“Me identifico con los venados por su agilidad y resistencia. Vivimos en un país de altitud y estamos en su hábitat, podemos decir que tenemos un parentesco con ellos”, concluye Caicedo. Lo llaman el Venado, pero en la parroquia de Santa Marta de Cuba, su lugar de origen, también le dicen el Cubano o Cubanito, lo cual lo hace muy feliz: “Lo que más gusta el tono cariñoso con que me lo dicen y las felicidades que me brindan. Es un orgullo para mí representar a mi país”.
El alto costo de las bicicletas profesionales es el principal obstáculo para quienes empiezan en el ciclismo profesional en nuestro país, ya que no hay patrocinadores que le den una oportunidad y una bicicleta de inicio supone un desembolso que va de mil a los mil quinientos dólares, mientras que una profesional está en el mercado entre los cinco y diez mil dólares. Jonathan Caicedo considera que “el sueño de todo ciclista es manejar el Shimano drive, que son los tope-gama de componentes, con una bicicleta en carbono, que es algo excelente. Tener esos componentes hace que tengas un buen material y estés en el top del ciclismo o la moda del ciclismo”.
Sin embargo, su mensaje para los jóvenes que empiezan poco tiene que ver con la categoría de la bici o los recursos económicos: “La motivación es lo primero, aunque se tenga una bicicleta antigua y de no muy buena gama. Cuando comencé, yo me montaba en la bici y no pensaba si tenía zapatillas o uniforme. No tenía ni casco, salía a pedalear con gorra y una pantaloneta. Lo principal es estar motivado y tener un sueño sobre la bici”, asegura. “Yo vivía ilusionado. Quería ir a Colombia para ganar una vuelta de ciclismo”. Lo logró. En Colombia se le abrieron las puertas y allí empezó a soñar otra vez… para ir a Europa. También lo logró y ganó una etapa del giro: “Cuando ya estaba en la fuga me dije: ‘hoy tengo que ganar’. Aposté todo a ese día”.
Caicedo seguirá este año con su equipo Education First y en sus proyectos de futuro como ciclista profesional está el sueño de correr las “tres grandes”: Giro de Italia, Tour de Francia y Vuelta a España: “Me sigo preparando para luchar una general en cualquiera de las tres, explotarme al máximo para decir que he podido darlo todo en Europa”.
En el ciclismo profesional ecuatoriano también luce la figura femenina, aunque, si para los hombres es difícil encontrar un equipo que les auspicie, para las mujeres es todavía mucho más complicado. Miryam Núñez afronta ese reto con optimismo y dedicación, y así lo ha demostrado al coronarse campeona en la edición 2020 de la Vuelta Femenina a Colombia.

“Cada competencia y cada triunfo son un valor sentimental para mí, pues todos los días me sacrifico y me esfuerzo para obtener los resultados, pero si tengo que mencionar uno que más me ha marcado es la Vuelta a Colombia, porque es una de las carreras más importantes de Sudamérica y haberla ganado significa muchísimo, quiere decir que con trabajo y sacrificio diario todo puede ser posible”.
La ciclista, nacida en Riobamba, asegura que se siente cómoda en las tres modalidades, pista, ruta y montaña, y que tiene muchos objetivos: “Me gustaría estar en los Juegos Olímpicos, correr la Copa del Mundo en ciclismo de montaña y el Mundial de ruta y de montaña, si Dios lo permite a futuro”.

En el ciclismo no todo es saborear el triunfo de la gloria, pues a veces los deportistas se enfrentan a circunstancias extremas. Sueños de un titán es el libro que Sergio Quezada ha escrito para relatar su experiencia en el Titan Desert 2017, una carrera que se celebra en el desierto del Sahara, en Marruecos. Quezada, originario del Puyo, es uno de los primeros ecuatorianos que ha participado en esta prueba.
“Como ciclista amateur el Titan Desert marcó un antes y un después en mi persona. Yo me gané una beca para viajar a Europa y, por ende, a África, para competir en esta carrera, una de las más duras del mundo, dada la complejidad del Sahara. Fueron seis días extenuantes y casi setecientos kilómetros de recorrido en seis etapas en las que mi inexperiencia y mi parte amazónica se pusieron de manifiesto, pues nunca había tenido una experiencia de travesía en el desierto”, explica el ciclista.
Quezada resalta el “nivel espectacular” de los participantes, ya que convivió con profesionales que ya habían ganado una o dos etapas del Giro de Italia, el Tour de Francia o la Vuelta a España. “Yo iba del Ecuador, de un ambiente de mountain bike amateur. Ya había competido en muchos países de América del Sur, pero no de una forma profesional porque no tenía un equipo que me avalara”. De ahí, el sorpresivo encontronazo con un terreno desconocido: “Cuando tuve contacto con la arena del desierto, los primeros kilómetros fueron muy duros, pero a partir del kilómetro setenta empecé a descender en mi forma. Yo quería ingresar en un top-ten, pero aquello se convirtió en una carrera de supervivencia, en una odisea impregnada de emoción y adrenalina”.
En Sueños de un titán, Quezada recrea estas sensaciones y narra con detalle todo lo que vivió en esta competición. Hoy ha cumplido otro sueño, el de formar parte de un equipo de ruta, el Start Cycling Team, con base en Bélgica. “El norte, el Carchi, Imbabura, parte de Sucumbíos y Pichincha siempre han sido los grandes dominadores del ciclismo de ruta, por eso me emociona el hecho de ser un amazónico de Pastaza y dar ese salto a Europa, que siempre ha sido difícil”, concluye el deportista.
Velocidad, adrenalina… emoción. Y en el otro extremo, un relajado paseo en una bici clásica. Felipe Páez, propietario de Retrobici Club, colecciona y vende bicicletas clásicas. Algunas están expuestas en el escaparate de su tienda RollerBike Sport, donde puede verse una bicicleta con barra circular de la marca brasileña Caloi, de las que se utilizaban en los años sesenta para repartir periódicos, o una Ronson, originaria del Reino Unido, de los años cincuenta. Además, en su colección de “intocables” también atesora bicicletas con más de cien años de vida y ciertas antigüedades.

“Algunas de estas bicis están íntegras, nunca fueron restauradas porque los dueños no quieren que se pierda la originalidad de la bici y se montan así como están”, explican desde Retrobici Club, que ya lleva once años restaurando colecciones para todo el Ecuador, por lo que se pueden considerar pioneros en este hobby. Felipe Páez sintetiza su pasión por la bici clásica en “la sencillez de los detalles” que tienen estos velocípedos.
Entre las más valoradas están las del modelo Chopper, con dos paralelas rectas, de la antigua marca inglesa Raleigh, cuyo precio actual ronda los seiscientos dólares, aunque hay otras bicis de colección que pueden costar entre cuatrocientos y quinientos dólares. Artesanos o personas adultas que tienen bicis de sus abuelos, y quieren conservarlas, constituyen el perfil de los clientes de Retrobici Club, que pronto organizará una ruta para hacer un recorrido por la ciudad de Quito en bici clásica.
Con otras bicicletas muy diferentes, las eléctricas, ebiketourEcuador, según su perfil de Instagram, también hace recorridos, aunque en este caso se trata de rutas por todo el país, ya que van a Nono, a Mindo, suben hasta la cumbre del Pichicha, dan una vuelta por el Cotopaxi, el Cayambe o el Chimborazo, por citar algunos de los lugares que visitan.
José Luis Rodríguez está a cargo de este emprendimiento que a raíz de la pandemia ha dado un giro para dejar atrás el turismo extranjero y potenciar el nacional. Cuentan con diez bicicletas eléctricas importadas de Alemania que se consideran inclusivas porque “es más fácil montar en ellas que en una bici normal, ya que son asistidas y por eso las pueden utilizar personas que son sedentarias, tienen alguna discapacidad o son adultos mayores”.
Por solo diez dólares se puede hacer un tour de una hora por Nono que incluye la e-bike, un guía y la compañía de Tarzán, un perrito labrador adoptado que ya es experto en esa ruta. Las bicicletas eléctricas llevan una batería que aguanta hasta ochenta kilómetros y una vez que se agotan se cargan igual que una computadora.
Además del ocio, la bicicleta también constituye un recurso de primera para moverse con rapidez por la ciudad. No en vano, tras el confinamiento por la covid-19, se empezó a ver un incremento notable de ciclistas urbanos. Por un lado, se respeta el distanciamiento social y se evitan las aglomeraciones del transporte urbano y, por otra parte, resulta una opción muy ventajosa en cuanto al ahorro de dinero y, sobre todo, de tiempo.
“La bici debe acoplarse a la geografía de la ciudad y al presupuesto de la persona, aunque cualquiera de ellas es útil. Están muy de moda las bicicletas modelo Fixie o de piñón fijo porque con ellas se pueden alcanzar grandes velocidades (más de 50 km/h) en ciudad”, explica Daniel López, ciclista urbano desde hace más de una década. En la actualidad “hay muchos colectivos que han hecho propuestas al municipio para mejorar la movilidad urbana y algunas han tenido buena acogida, razón por la que ya existen algunas ciclovías en el norte, centro y sur de la ciudad de Quito que, poco a poco, se está adaptando al ciclismo urbano”, argumenta.
Según López, a lo anterior hay que sumarle el triunfo de Richard Carapaz en el Giro de Italia en 2019. Desde ese momento, “la tendencia de aficionados empezó a crecer y hoy en las calles se pueden ver muchos ciclistas urbanos, a tal punto que en el último año la cifra se podría haber triplicado e incluso cuadruplicado”.
Para resumir, el perfil del ciclista urbano es el de una persona a la que le gusta el medioambiente, quiere ejercitarse y busca una buena opción de movilidad: “En una hora pico, ir en bici puede ser mucho más rápido que moverse en auto”, confirma Daniel López. En otros casos, también es una forma de compartir. Cada vez se conforman más grupos para salir a realizar rutas por los espacios naturales de la provincia: parques, cascadas, ríos o montañas, a pocos minutos de la ciudad. En definitiva, sentir expansión y libertad, según comentan muchos de ellos.
No hay que olvidar que “se debe tener un cierto nivel de conocimientos sobre el manejo de la bicicleta para moverse por la ciudad de una forma responsable porque, de lo contrario, una persona inexperta se puede ver envuelta en circunstancias inesperadas que podrían ocasionar más de un inconveniente como caídas aparatosas o daños mecánicos e incluso en un accidente de tránsito con graves consecuencias.
Por tanto, se hace necesaria la educación en movilidad urbana. Aunque existen muchas posibilidades, una muy acertada es la que se presenta en www.biciafull.com/, una plataforma de cursos online especializados en ciclismo para formar a los ciclistas, ya sean principiantes o tengan un buen nivel de experiencia.
Bien sea con la bici más cara del mercado ecuatoriano, la Penny Phantom, que tiene un valor de dieciséis mil dólares, o con la más económica, comprada de segunda mano, lo importante es disfrutar de la bici. De paseo o a gran velocidad, ¿cuál es su bicimanía?