Por Fernando Larenas.
Edición 454 – marzo 2020.

En Europa ya comenzó la conmemoración de los 250 años del nacimiento del compositor y pianista alemán Ludwig van Beethoven, en Bonn, el 16 de diciembre de 1770. El Foro Económico Mundial de Davos, por ejemplo, se inauguró en enero con la Sinfonía 9, opus 125, interpretada por la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo. En Alemania hay alrededor de quinientos eventos mensuales dedicados a resaltar la obra musical; en México y en Argentina también preparan espectáculos y es de esperar que en nuestro país no se deje de resaltar el legado que dejó el alemán a la música inmortal. Tenemos orquestas sinfónicas en las principales ciudades y escenarios en los cuales se debería interpretar al menos parte de esa inmensa obra musical.
Beethoven, siete años después de su nacimiento, ya era el niño genio capaz de dar recitales de piano, para lo cual practicaba toda la noche y por eso le resultaba difícil atender a las clases en la escuela. La música era el futuro de ese niño y su padre lo supo muy bien, vio esa virtud como un soporte para la sobrevivencia y educación de su otra media docena de hijos. A los doce años ya había escrito música con toda la estructura que lo hacían los grandes maestros de la época, especialmente Mozart y Haydn. Los dos monstruos de la música clásica eran los principales referentes tras el período barroco, cuya principal representación corresponde a otro alemán: Johan Sebastian Bach.
Tras impresionar a la sociedad alemana por sus especiales dones con el piano y la composición de bellas partituras, Beethoven fue llevado a Viena. A primera vista no logró impresionar a Wolfang Amadeus Mozart, pero Joseph Haydn, autor de 104 sinfonías clásicas, apreció el talento del alemán y decidió que sea su alumno y ¿por qué no? su discípulo. Lo que nunca imaginaron Wolfang o Joseph era que ese genio rompería con todo el clasicismo e inauguraría el más largo y fecundo período musical: el romanticismo.
Por esa razón, los mayores estudiosos e historiadores de la música difieren en ubicar a Beethoven. Algunos dicen que el compositor acabó con el clasicismo, en tanto algunos manifiestan que inauguró el romanticismo; los más eclécticos no se complican y simplemente lo ubican en los dos períodos. Pero los analistas más finos dicen que Beethoven comenzó la ruptura con el pasado en la Sinfonía 3 (Heroica), famosa porque se la dedicó a Napoleón, pero se la quitó cuando se declaró emperador del mundo o de gran parte de Europa. Los expertos afirman que con esta obra comenzó el ciclo romántico de la música académica; los historiadores añaden que mientras escribía esa obra comenzó a sentir que se quedaba sordo.
Al compositor alemán se lo conoce principalmente por sus nueve sinfonías, sus cinco conciertos para piano y orquesta, su único concierto para violín, su triple concierto para piano, violín y violonchelo, sus 32 sonatas, etc. Muy pocos conocen sobre la prolija creación de cantatas y obras corales en su etapa temprana. Para reafirmar su pasión por lo romántico escribió su única ópera en dos actos —Fidelio— sobre el amor y la fidelidad conyugal.
Entre las sinfonías más conocidas constan la 5, que tiene un inicio fuerte y contundente que se repite coloquialmente: tata-ta-taaaa (en notas de sol-sol-sol-mi…). Muy romántica es la 6, conocida como Pastoral, e instrumentalmente muy importantes fueron la 7 y la 8. Pero en la que la humanidad se puso toda de acuerdo fue en la 9, que incluye un coro denominado “Oda a la alegría”, escrito por Schiller (junto con Goethe la figura literaria más importante de la época) y que, en la actualidad, es el himno europeo y es la música que en muchos países marcó el inicio de la conmemoración por el nacimiento del compositor más prolífico que vivió muchos años enfermo y murió cuando tenía 56, en medio de una fuerte tormenta, similar a sus composiciones instrumentalmente estrepitosas, que disimulaban en algo su sordera.
ODA A LA ALEGRÍA
¡Oh amigos, cesad esos ásperos cantos! Entonemos otros más agradables y llenos de alegría. ¡Alegría, alegría! ¡Alegría, hermosa chispa de los dioses hija del Elíseo! ¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste, en tu santuario! Tu hechizo vuelve a unir lo que el mundo había separado, todos los hombres se vuelven hermanos allí donde se posa tu ala suave. Quien haya alcanzado la fortuna de poseer la amistad de un amigo, quien haya conquistado a una mujer deleitable una su júbilo al nuestro. Sí, quien pueda llamar suya aunque solo sea a un alma sobre la faz de la Tierra. Y quien no pueda hacerlo, que se aleje llorando de esta hermandad…
Lo dijo Liszt: “Para nosotros, los músicos, la obra de Beethoven es como la columna de humo y fuego que guiaba a los israelitas a través del desierto; de humo para guiarnos de día y de fuego para guiarnos de noche”. La historiadora de la música, Paola Suárez Urtubey, resalta que en las nueve sinfonías creó una nueva concepción orquestal, en la cual se concede a todos los instrumentos “el derecho a asumir papeles especiales, quitándoles así la tradicional supremacía a las cuerdas”. Por eso, afirma, tanto maderas como metales dejan de ser elementos ocasionales para convertirse en parte integrante de la textura orquestal.
Y algo no menos importante para la octogenaria historiadora argentina fue el aporte de Beethoven al contrapunto, que quedó evidenciado en sus cuartetos y en sus últimas sonatas para piano. Pero el contrapunto se evidencia mucho mejor en el famoso Triple concierto en do mayor, opus 56. Cada sinfonía, cuarteto o sonata de Beethoven es siempre una obra diferente porque el músico, cuando escribía, se reinventaba, por eso fue el más grande y los genios solo se parecen a ellos mismos.

PRINCIPALES EXPONENTES
BARROCO (1600-1750)
Johan Sebastian Bach Georg Friedrich Händel Antonio Vivaldi Arcángelo Corelli Tomás Albinioni Henry Purcell Claudio Giovanni Monteverdi Georg Philipp Telemann Alessandro y Domenico Scarlati
CLÁSICO (1730-1820)
Carl Philipp Emanuel Bach Wolfang Amadeus Mozart Joseph Haydn Ludwig van Beethoven Antonio Salieri Cristoph Gluck
ROMANTICISMO (1815-1910)
Niccolo Paganini Carl María von Weber Giacomo Rossini Franz Schubert Hector Berlioz Félix Mendelssohn Fryederyc Chopin Robert Schumann Franz Liszt Richard Wagner Giuseppe Verdi Bedrich Smetana Anton Bruckner Johannes Brahms Camille Saint-Saëns George Bizet Modest Mussorgsky Piotr Tchaikovsky Antonin Dvorák Edward Grieg Nicolai Rimsky-Korsakov Giacomo Puccini Sergei Rachmaninov Gustav Mahler
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