BananArt
Entre brochazos y aerosoles

EDICIÓN 486

Con Bananart, paredes y muros de varias ciudades orenses se impregnan de un arte urbano que indaga en la identidad, el imaginario colectivo y la cultura popular.

“Territorios imaginarios”, Bless, Machala, El Oro, 2019.

¿Qué puede ser más llamativo en una ciudad que coloridos y sugerentes trabajos artísticos en el espacio público? Esa visibilidad es una ventaja a favor de Bananart-Festival de arte en vivo al aire libre que tiene como sede la provincia de El Oro y su capital, Machala.

Por sí mismo el nombre del proyecto evoca la riqueza bananera que es un estandarte de la identidad orense, a la que también hay que sumar su dinámica comercial y portuaria, y la abundante biodiversidad con ecosistemas que van desde páramos hasta manglares.

Jorge F. Manríquez Pozo, creador y director de Bananart, confirma que el nombre se inspira en la fuerza simbólica del banano que “está presente en un montón de situaciones de la vida cotidiana y cultural”.
Incluso, precisa, “se han dado situaciones anecdóticas de cómo la gente va haciendo suyo el nombre o lo pronuncian como bananarte, es decir, un mix entre el español y el inglés por la terminación del art”.

Justamente, con Bananart, que más bien es una plataforma de producción, gestión y promoción cultural, es que la identidad orense ha encontrado nuevos cauces y, esta vez, de la mano del arte urbano con intervenciones en espacios públicos de varias ciudades como Machala, Pasaje, Puerto Bolívar y Huaquillas.

El trabajo artístico, centrado en murales y grafitis, está acompañado de componentes educativos y participativos a través de la vinculación de escuelas, colegios y universidades.

“Somos un grupo de artistas que incursiona en diferentes eventos culturales y ve el arte como un instrumento útil a la educación, el turismo e incluso la gestión comercial”, comenta Manríquez Pozo en entrevista con Mundo Diners.

Proyecto Visaje. Red de Intervenciones Urbanas, “Naturaleza indomable”, Dalton Burgos, El Guabo, El Oro, 2021.

Naturaleza, ancestralidad, identidad…

Con una brocha o aerosol en mano el equipo de artistas de Bananart da vida a bocetos que reproducen motivos de la naturaleza, la identidad y la cultura ancestral.

La postulación a convocatorias de eventos y festivales en otros países ha permitido intercambios y un gran aprendizaje. Por ejemplo, el Festival de Arte, a la Esquina y la Vereda (en Nariño, Colombia) y Urban Fest (en La Paz, Bolivia).

Por otro lado, la naturaleza y el folclor latino son algunos de los ejes temáticos de muros —de colores brillantes y fondos abstractos de aparente relación con las gráficas precolombinas— ejecutados en alianza con Xavier H. M. Ruiz, fundador y director ejecutivo de HERR Foundation, promotora de la educación y las artes.

Lo más reciente es “Visaje, red de intervenciones urbanas”. Para Manríquez Pozo se trata de un proyecto muy especial, pues está enfocado en la biodiversidad a través del arte. Se conceptualizó pensando en sumar otras disciplinas como cine comunitario, ferias, teatro y títeres.

Visaje comenzará con un mural en un edifico de veinticinco metros de altura en la localidad de Pasaje, a dieciocho kilómetros al este de Machala que, además, cuenta con la colaboración de la bailarina Paula Ullauri, que creará una presentación de danza vertical, una vez que esté terminado.

Cada muro tiene su propia historia

“Purifificar”, Elizabetha Gabriela, El Guabo, El Oro, 2021.

Manríquez Pozo no manifiesta favoritismo por una obra en particular, pero sí recuerda la experiencia que ha dejado cada una.

Por ejemplo, comenta que “Territorios imaginarios”, sobre la conservación de las áreas naturales, en especial de los manglares, fue el primer macromural contemporáneo realizado en Machala y se ha convertido en un referente del arte urbano.

En su ejecución intervino el muralista Paúl Toledo, más conocido como Bless. Resultó desafiante plasmar los bocetos a gran escala, pero en tan solo cuatro días se pintó una superficie de 14 m de alto x 16 m de ancho.

Otro caso es una fachada, realizada con el artista Danny Pingos, en el centro de Machala, justamente en una esquina muy cerca del mercado, “marginal y peligrosa”, que dejó una grata experiencia porque la gente interactuó, opinó y se interesó por el trabajo artístico.

“Se rompió ese ámbito de peligro. Durante una semana formamos parte de esa dinámica, escuchando a la gente, escuchando a la calle. El artista urbano vive la calle de manera muy sensible, necesita enriquecerse y que la gente hable… y eso lo vivimos en esa esquina”, manifiesta el gestor cultural.

Mientras, en la estación central de bomberos de Machala, “Sin miedo al fuego” (pintado con Danny Pingos) ha sido uno de los más difíciles porque era una pared cruda e irregular, de ladrillos, que “nadie estaba dispuesto a pintar”. Sin embargo, se logró el objetivo utilizando un brazo mecánico muy alto, montajes digitales y el uso de un dron para tomar fotos y videos.

“Más que un artista, soy gestor cultural”

Jorge F. Manríquez Pozo lleva el arte en los genes. Su padre, Fernando Manríquez Murua, es un artista chileno de larga trayectoria y de exposiciones pictóricas en galerías de Quito, Guayaquil y Cuenca, mientras su madre, la machaleña María del Carmen Pozo, es artesana y se dedica a la decoración. Su hermano, Sebastián Manríquez, es muralista y radica actualmente en Brasil.

¿Qué le gusta más, hacer un mural o un grafiti? Las dos cosas “me hacen sentir muy vivo”, asegura Manríquez Pozo, pero aclara que “no me considero tanto como un muralista o un grafitero, sino como un gestor cultural que potencia el arte urbano y la carrera de otros artistas”.

También está muy interesado en el trabajo interdisciplinario con el teatro y la danza contemporánea, y comparte pasiones entre la pintura, “un pilar muy sólido”, textos de poesía que no ha publicado y la escritura en general.

Desde muy joven se dedicó a promover y vender obras artísticas. En 2010 se enfocó en la producción de eventos culturales y poco después descubrió el potencial de la gestión cultural y la importancia del arte urbano para el espacio público, al que define como “un territorio sin fronteras”.

Unos doscientos proyectos —públicos y privados— son un indicativo elocuente de nueve años de labor de Manríquez Pozo. Por lo general, cuenta con un equipo de trabajo de cinco personas.

La inspiración para decidir los temas de los murales es “muy natural”, nace de su entorno familiar repleto de libros y talleres pictóricos; nace de la memoria en la que destellan una revista, un álbum, un afiche, un catálogo o un museo; nace de la conexión que tenga con un objeto o un símbolo.

“Añoranzas porteñas”, Uilli Calquin (Chile) y Danny Pingo, Puerto Bolívar, El Oro, 2022.

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