Asesinatos de tinta: venganza en el terreno de la ficción

Freud decía que el arte sublima pulsiones destructivas como la venganza. Algunos escritores, poetas y músicos han usado la creatividad para inventar la muerte de un rival o de un examante. Quienes escriben tienen la potestad de cometer asesinatos de tinta y quedar impunes.

La divina comedia, Infierno, Canto 8. Virgilio empuja a Filippo Argenti de vuelta al río Styx, el río del inframundo. Ilustración de Gustave Doré, 1885.
La divina comedia, Infierno, Canto 8. Virgilio empuja a Filippo Argenti de vuelta al río Styx, el río del inframundo. Ilustración de Gustave Doré, 1885. Fotografía: Alamy Photo Stock.

Usar la tinta para denunciar o ridiculizar a un enemigo o a un examante es una forma ingeniosa de ajustar cuentas. Desde una caricatura política hasta la canción de Shakira a Piqué, las obras artísticas han permitido que los agraviados hagan justicia ante lo que consideraban una afrenta personal. Sin embargo, en algunos casos, los insultos y las sátiras no bastan para reparar los daños. El odio es una pasión que exige más y que tal vez solo puede aplacarse con la muerte de quien causó una humillación o un dolor insoportable. Cuando el ofendido recurre a la palabra como arma, es posible que la venganza sea una muerte de ficción.

Filippo Argenti: un mal vecino condenado al fuego eterno

En la Florencia medieval la rivalidad entre dos vecinos dio pie a varios incidentes que marcaron sus vidas. Filippo Argenti era un joven impetuoso, con una carrera política y grandes ambiciones. Su vecino pertenecía a un partido opositor, y también tenía un carácter difícil, por lo que chocaban constantemente. Se dice que una vez se encontraron en la calle y Filippo lo abofeteó en público. La enemistad se acentuó cuando los copartidarios de Filippo condenaron al vecino al exilio y el hermano de Argenti se apoderó de los bienes del exiliado. La víctima de estas injusticias no era otro que el gran poeta Dante Alighieri, quien no dudó en hacer justicia por escrito y asesinar con tinta a su enemigo.

En su Divina comedia, una de las piezas maestras de la literatura universal, Dante describe el infierno e imagina castigos atroces para diferentes tipos de pecadores. Le dio al poeta la oportunidad de sacar todo su rencor y cumplir con la única revancha posible para un derrotado político: cuando el protagonista de la historia recorre uno de los círculos del infierno, en el canto VIII, se encuentra con el odiado Filippo Argenti, quien ha sido condenado a un espantoso tormento:

“Y yo: Maestro, me gustaría mucho 
verlo sumergirse en este lodo, 
antes de que salgamos del lago. 

Y él a mí: No verás la playa 
hasta que estés satisfecho; 
deberías disfrutar de este deseo. 

Poco tiempo después vi a los Caballeros Barrosos 
precipitarse sobre él con tanta furia 
que todavía alabo y agradezco a Dios por ello. 

Todos gritaban: ¡A Philippo Argenti! 
y ese espíritu florentino, 
en su rabia, se desgarró con los dientes”.

Un desengaño amoroso

Asesinatos en tinta.
Cat Stevens y Patti D’Arbanville.

No solo los escritores comenten asesinatos de tinta. Hacia finales de los sesenta, el joven músico británico Cat Stevens asistió a una fiesta en la que estaban celebridades como Jimmy Page, Steve Winwood y Eric Clapton. Allí conoció a Patti D’Arbanville, una adolescente estadounidense de dieciséis años, que había abandonado su casa y estaba probando fortuna en el mundo del modelaje y del cine. Patti había obtenido un papel en la película Flesh de Andy Warhol y había viajado a Londres para continuar con su carrera en el mundo del modelaje.

Stevens quedó encantado con ella y empezaron a salir. Durante más de un año D’Arbanville lo acompañó a algunas de sus giras y pasaba tiempo con él en su apartamento en Londres. Sin embargo, ella también viajaba y tenía ofertas interesantes para su carrera. A Stevens le parecía que la relación iba muy bien y le propuso a Patti tener algo más formal. Ella le contestó que no y se marchó a Nueva York por un mes.

Con el corazón roto y con la angustia de no saber qué sucedería entre ellos, el músico se puso a escribir. Asumió tan profundamente el duelo que imaginó la separación como la muerte de su amada y compuso la canción “Lady D’Arbanville”, en la que se dirige a ella como si estuviera muerta, en su tumba, y le dice:

“I loved you my lady, though in your grave you lie
I’ll always be with you
This rose will never die, this rose will never die”.

Cuando Patti la escuchó en Nueva York dijo haber sentido una profunda tristeza porque en ese momento comprendió que su relación había terminado definitivamente. Stevens escribió también la canción “Wild World” dedicada a ese amor perdido.

¿Víctima de un misógino?

Lady Jeanne Campbell era periodista y la hija de un aristócrata escocés que se había casado con un reconocido y polémico escritor: Norman Mailer. Para él este era el tercer matrimonio y la luna de miel no duró mucho: pronto la relación se convirtió en un campo minado. Él decía que ella era una “chica notable, tan interesante, compleja y maquiavélica como él mismo”. Ella solía bromear diciendo que cuando estaban juntos podían vaciar un cuarto en Nueva York más rápidamente que cualquiera. Después de un año de relación, Campbell había abandonado a Mailer.

Asesinatos en tinta.
Lady Jeanne Campbell y Norman Mailer.

Tras su separación, él escribió An American Dream, una novela que tiene como protagonista a Stephen Rojack, un hombre público, interesado en la política y alcohólico, cuyo carácter se asemejaba al del propio Mailer. En la ficción Rojack se separa de su esposa Deborah Kelly, una dama de la alta sociedad como Campbell, y la asesina. La asociación entre la muerta y la exesposa era bastante evidente. La novela causó mucha controversia y fue criticada especialmente por pensadoras feministas de la época por el trato que se daba a los personajes femeninos, por la impunidad del protagonista frente al crimen y por el trasfondo machista y violento de la historia.

En todo caso, Lady Jeanne Campbell tuvo suerte de morir solamente en el papel, pues su predecesora, Adele Morales, la segunda esposa de Mailer fue apuñalada por él en la vida real, tras una fiesta desenfrenada en la que los dos habían consumido alcohol y drogas. Las heridas fueron casi mortales pero, al llegar al hospital, Morales dijo que sus heridas se debían a que había caído sobre vidrios y, aunque luego contó la verdad, no quiso presentar cargos. Mailer fue juzgado sin grandes consecuencias.

Cuando los celos matan

Durante años la escritora y feminista Simone de Beauvoir tuvo una relación abierta con el filósofo francés Jean-Paul Sartre. Nunca se casaron, pactaron una honestidad del uno con el otro y mantuvieron otros amantes respectivamente. No fue una relación fácil. En sus obras ella reflexiona sobre los celos y los problemas que conlleva este tipo de acuerdo.

Olga Kosakiewicz fue una de las protagonistas de un triángulo amoroso con la pareja. Inicialmente ella había sido alumna de Beauvoir y luego se convirtió en su amante. A esta relación se unió Sartre, quien se había enamorado de Olga. La joven estuvo con él un tiempo, pero pronto lo dejó por Jacques-Laurent Bost, amante de Beauvoir y discípulo del filósofo. Para apaciguar su ego herido Sartre buscó a Wanda, la hermana de Olga, y empezó una relación con ella.

Beauvoir observaba todo con aparente distancia, pero en sus obras mencionó los celos que le provocaron estas aventuras. En la novela La invitada, contó detalles tomados de la vida real, a través de los personajes ficticios de Pierre y Françoise, una pareja que se lanza a tener un romance con la joven Xavière (personaje que combinaba rasgos de Olga, Wanda y otras amantes de Sartre). En la historia Françoise termina asesinando a Xavière, quizás como una sublimación de los deseos de la propia autora, que, por el acuerdo realizado, conocía todos los pormenores de las otras relaciones de su pareja.

¿Los asesinatos de tinta son inofensivos, eficaces o mezquinos? En todo caso, las obras creadas quedan como evidencia de un deseo muy humano de exigir justicia.

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