Arte urbano: el desenfado en los muros.

Por Milaros Aguirre.

Fotografía C. Moore / Cortesía +ARTE.

Edición 423 / Agosto 2017.

En el paseo escénico de Guápulo, que une a La Floresta con el hotel Quito, un monstruo rosa de dos cabezas es parte del paisaje. La casa abandonada que está frente al cine Ocho y Medio está rodeada por un muro que luce una intervención del colectivo Kuzkina Mat: se trata de una pared pintada y sellada con la frase “monstruos de papel acechan mi color”, que hace más misteriosa aún la curiosa casa motivo de muchas e increíbles his­torias de fantasmas. No se trata del hogar de alguna pandilla. Resulta que los dibu­jos saltaron de los cuadernos de apuntes de los jóvenes artistas a las paredes de la ciudad. Y Carl Moore, fotógrafo estadou­nidense, como transeúnte atento, se dio cuenta, mientras caminaba y recorría la ciudad, de la cantidad de obras de arte que están ahora en el espacio público e hizo, digamos, un inventario.

Galería 2
Topher (Christopher Guzmán), Cuenca.

Moore ha visitado varias veces el Ecuador (él es de Nuevo México) y en­contró en las paredes verdaderas obras de arte. El street art, o arte urbano, se apo­dera del paisaje. La ciudad se vuelve una galería. Cada pared, cada muralla, cobran vida. Carl Moore, hizo, con su cámara Nikon, una especie de mediación y lleva un registro atento de lo que encuentra. La galería +Arte es un nuevo espacio quite­ño para el arte contemporáneo.

Moore fotografió el trabajo de veinti­cinco artistas cuya obra está en las calles de Quito, Cumbayá, Ambato, Guayaquil, Puyo, Baños, Cuenca, Otavalo… Es decir, Moore llevó el arte callejero —o mejor, arte urbano—, desde su espacio de trans­gresión al espacio formal de una galería de arte. Gabriela Moyano, por su parte, abrió las puertas de su galería al arte que nace de la necesidad de expresión libre y alejada de las formalidades. Juntos, fo­tógrafo y galerista logran visibilizar una tendencia al publicar un catálogo con una selección de la obra de los muralistas, y al elaborar un cuaderno para que el público coloree e interactúe con la obra.

Christian Tapia, Quito.
Christian Tapia, Quito.

El grafiti tradicional, el grafiti políti­co e incluso el grafiti poético, que en los años ochenta dejó huella en Quito (y se replicó en otras ciudades del Ecuador), se volvió otra cosa, mucho más elaborada, más compleja y con técnicas mucho más desarrolladas. La pinta de paredes pasó de considerarse una agresión, que corres­pondía a aquel viejo dicho de “pared y muralla, papel del canalla”, a ser apetecida incluso a nivel comercial, pues no son po­cos los que contratan muralistas para pin­tar sus paredes, las puertas de sus garajes o de sus locales, ni son pocos los alcaldes de las ciudades que convocan a concursos de murales para intervenir y dar vida a lu­gares de la ciudad que necesitan colores intensos e historias frescas.

Ahora los murales dan vida a la ciu­dad y conectan al transeúnte con la obra. Ya no hay indiferencia. Al contrario, cada pared llama, a quien la mira, a descubrir una historia llena de personajes curio­sos, de signos y mensajes por descifrar, con obra que va desde la caricatura al hi­perrealismo y se nutre del grafiti, de los movimientos musicales como el hip-hop y el break dance, de referencias como los skaters, con intervenciones audaces y con técnicas cada vez más depuradas (venidas del Nueva York de los años setenta), en una obra que, además, está siempre viva pues cambia: unos artistas pintan sobre la obra de otros, marcan territorio y crean historias paralelas.

 

La Suerte (Sofía Acosta), Quito.

La Suerte (Sofía Acosta), Quito.

 

Los autores no son anónimos, dejan su huella, su signo, marcan las paredes con sus propios códigos y lenguajes.

Nada está dicho en el street art: varios artistas inclu­so ocupan el mismo muro o intervienen en el trabajo del otro, como lo comenta Vera Vera Primavera (así firma Verónica Ibarra) en un texto que formó parte de una de las paredes de la galería +Arte: 

La chica que pinté aquí es una especie de protesta para mí: si observa de cerca, hay sangre corriendo por sus piernas. Esta­ba tratando de decir que la menstruación no es fea o asquerosa o algo de lo que de­beríamos avergonzarnos como la sociedad intenta hacernos sentir. Es más bien algo natural y hermoso.

Creo que esta imagen fue tachada por­que tal vez ofendió a alguien, o serían chi­cos que estaban empezando en el grafiti y creían que ese era su territorio. Hay otras piezas mías en La Floresta que también fueron tachadas o intervenidas, pero eso es parte de las cosas que dan vida al arte urbano, y por eso me encanta.

La galería urbana, es decir, las calles, muestra diversas tendencias. Algunos, como David Álvarez, cuya firma es In­fame, utilizan el stencil. Otros pintan directamente con aerosol; hay quienes combinan letras con dibujos; otros traba­jan con brocha y rodillo. Hay tags o sim­ples firmas, pero hay también cosas más complicadas, como las que hace Qui, de Cuenca, cuyos trabajos se enmarcan en la técnica del puntillismo; hay trabajos más elaborados, como las pompas o bubles; hay quienes trabajan en letras con formas moldeadas o más estilizadas, o quienes hacen caricatura y dan vida a personajes que parecen salir de los cómics, o murales hiperrealistas como aquellos que pinta, en Otavalo, William Álvaro Córdova, un artista joven cuya firma es Tenaz.

Galería 4

Hay un estilo en el mundo del grafi­ti llamado orgánico, en el que confluyen varios estilos; otro más complejo y sofis­ticado: model pastel en el que, con luces y sombras, logran figuras 3D, que parecen salirse de la pared. En el vasto mundo del street art también se puede encontrar una técnica llamada XXXX que consiste en hacer parodias o resignificar la publicidad al cambiar ciertos mensajes, anteponien­do signos o caligrafías.

Las paredes son papeles infinitos en donde se hace una obra efímera que ha­bla de identidad, de grupo, de territorios conquistados, de intimidades.

Los artistas y sus trazos

Entre los artistas que registra Carl Moore están Apitatán (Juan Sebastián Aguirre), que da vida a músicos y lagarte­ros en personajes que parecen salidos del cómic; Belenbike (Belén Jaramillo); Bo­loh (Miranda Izquierdo); Christian Ta­pia; Eme Ese (Mario Sánchez); Francisco Galláraga; HTM (Pablo Vallejo); Feibol (Pedro Álvarez); Irvin Ramo; Iván Casa­nova; La Suerte (Sofía Acosta); Mo (Mó­nica Vázquez); Pin 8 (Andrés López); Qué (Qui Zhinin), famoso muralista de Cuenca; Ra Lex (Alex Tapia); Raro (Juan Martín Arcos); Sergio Silva, Skipper (Xa­vier Calderón), quien llena las paredes de escarabajos gigantes y coloridos; Steep (Estiven Mera), cuya obra está en el Puyo impresa con el carácter amazónico; Tho­per (Cristopher Guzmán). También hay obra de colectivos, como el grupo Kuzki­na Mat, integrado por Matías Páez, Diego Carvajal, Patricio Albán, Marco Moreno Esteban Vázquez, Leandro Lince, David Canelos.

Un video, que el lector puede ver en https://goo.gl/7pG4Ve, muestra a algunos de los artistas-muralistas y sus reflexiones sobre el grafiti.

 

Iván Casanova, Guayaquil.
Iván Casanova, Guayaquil.

 

 

Kuzkina Mat (M. Páez, D. Carvajal,  P. Albán, M. Moreno, E. Vásquez, L. Lince,  D. Canelos), Quito.
Kuzkina Mat (M. Páez, D. Carvajal,
P. Albán, M. Moreno, E. Vásquez, L. Lince,
D. Canelos), Quito.

 

Esa maldita pared

Pintar murales es una manera de co­nectar al transeúnte con aquello que está del otro lado de la pared. Una de las vo­ces de estos jóvenes artistas reclama que la ciudad (Quito, en particular) es una ciudad de puertas adentro. Grandes mu­ros separan a la gente de la calle, nadie quiere ser visto, prefiere la intimidad de la vida a la relación con los vecinos. No hay jardines que den a la calle sin que se levante una pared que impide verlos, que los oculta, que los encierra. Pintar los mu­ros es una forma de transgredir esa inti­midad y es, al mismo tiempo, interacción del ciudadano con su ciudad. Porque los muros que se levantan cada vez más al­tos pueden resultar agresivos, mucho más agresivos que los monstruos de colores o que los personajes de sonrisas enormes que están pintados sobre esos muros.

Belenbike (Belén Jaramillo), Quito.
Belenbike (Belén Jaramillo), Quito.

 

Al reunir a los muralistas y presen­tarlos en otro contexto, Moore les da otra condición y otro valor, muy distinto al se­llo con el que fue concebido. El fotógrafo imprimió reproducciones de los murales o fragmentos de esos murales para la ex­posición de la galería +Arte. Esas repro­ducciones, fuera del contexto callejero, adquieren otro sentido. Incluso se venden a un precio asequible, lo que hace que ese arte efímero, ese pedazo de pared que puede cambiar con la lluvia o el sol, o ser intervenido por otro artista o borrado por quien se sienta agredido con la pintura en el muro de su casa, esté en un cuadro, con un marco, y encuentre otro modo de so­brevivir.

Galería 8También elaboró su cuaderno de co­lorear donde reprodujo solo los trazos lineales de algunas de las paredes de la ciudad, que invita al espectador a pintar su propio mural.

Moore quiere darles un valor agrega­do a los artistas urbanos. Ellos, a su vez, imprimen otro carácter a algunos barrios. El transeúnte, el que va en bicicleta, el que trota las mañanas, si es atento, encontrará una galería en las paredes de la ciudad.

 

 

 

 

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