
El otro día tenía una canción de los Counting Crows en la cabeza, por horas, durante un paseo en la montaña. Quería sacármela de encima. La escuché por error. Me devolvía a mis trece años. No lo logré. “Round here…”. Las canciones pueden pasar de persona en persona; quizás sean el ejemplo más nítido del fenómeno transpersonal, pero sucede en las artes visuales y en la literatura también.
Las famosas escuelas de pintura apuntaron a eso. El cubismo analítico presenta obras cuya autoría individual es poco discernible para alguien que no es historiadora de arte o no tiene el catálogo a la mano. ¿Es Picasso, Braque, Gris, Gleizes?
En Latinoamérica el caso paradigmático es el movimiento uruguayo de vanguardia conocido como Universalismo Constructivo. Decenas de artistas volcados hacia un proyecto común, anónimo, sencillo, accesible, austero, universal. Hasta ahora, los estudiantes de los estudiantes de los estudiantes de este movimiento siguen produciendo en la misma línea, y si uno pasea por los mercados de Montevideo, se va a encontrar con artesanías, souvenirs para turistas, marcas, gráfica popular y otras visualidades que están empapadas por la corriente, a poco menos de cien años desde que irrumpiera en la escena uruguaya.
En el Ecuador, y esto es lo que conecta directamente con mi columna del mes pasado, hay mucho espacio para aplicar esta idea de un arte o una visualidad transpersonal, “(post) viral”, como decía entonces, a lo que hemos hecho como producciones artísticas. Por mi lado, me apropio de Endara Crow (Bucay, 1936- Quito, 1996), lo hago mío aquí y ahora: manzanas nativas gigantes en el paisaje de la Sierra o de la región insular; lomas, montes, cordilleras distorsionadas por la niebla o el vapor de las olas; casitas multicolores, con techos de teja, con balcones y ventanas de siglos pasados; un ferrocarril volando en línea recta; peces de tripulantes, peces escondidos, fragatas galapagueñas empollando huevos magníficos, campanas. Invito a mirar profundamente la obra de este artista, que, de tan familiar, hemos descuidado.
Su pintura da para sentirnos cercanos a lo que somos. Parecería que se adelantó a la inteligencia artificial generadora de imágenes. Semeja un arte hecho a partir de prompts, es decir, las instrucciones o incitaciones que se le da a la tecnología para que nos asista en sea lo que sea que buscamos explorar.
Hay un poema de Ben Lerner que me ayuda a cerrar esto de un arte transpersonal. Es un poema sobre los orígenes de la tecnología del auto-tune y sobre Caedmon, el primer poeta de lengua inglesa; un poema sobre la voz y acerca del cantar. Traduzco una parte: “La voz, notable solo por su intercambiabilidad, describe/ los objetos más brillantes en el cielo tras el sol, afirma/ que se hará el amor debajo de este, una voz aplanada a tal punto que la puedo considerar mía./ Pero debido a que esta voz no modula dinámicamente las fronteras de su inteligibilidad, carece de sentido./ La puedo considerar mía, pero no usarla para expresar nada./ La desprofesionalización del cantante convierte la canción en transpersonal a expensas de su contenido./ En este sentido la música es popular”. ¿Se entendió?
Probablemente no, no de buenas a primeras, dale, lectora, anímate a leerlo de nuevo y de nuevo. Mejor en la versión original. Notarás que las cosas se empiezan a abrir en cada repasada. Para mí, este fragmento del poema expresa lo que ocurre —o lo que está en juego— cuando cada uno hace suya, en la cabeza o en la ducha, una canción conocida.