Por Jennie Carrasco
Fotos Cortesía de la muestra
En días pasados llegó al Centro Cultural Metropolitano de Quito la exposición de Grandes Maestros del Arte Popular de Iberoamérica, 2 500 objetos de la fabulosa colección que comenzó cuando el Banco Nacional de México (Banamex), a través de Fomento Cultural Banamex, decidió apoyar al desarrollo del arte popular de México, ayudando a revertir la tendencia a la extinción de algunas expresiones artísticas ancestrales. Tal fue el éxito que Fomento Cultural Banamex decidió ampliar su cobertura a toda Iberoamérica para difundir la belleza de estas expresiones e incentivar a la gente a comprarlas y usarlas.
La muestra es importante también porque, a más de promocionar a los grandes maestros, beneficia a cientos de comunidades donde se ubican los talleres, incluyendo más de 50 etnias indígenas que muestran el admirable papel que desempeñan en el arte popular iberoamericano.
Fueron seis años durante los cuales Cándida Fernández Baños, directora de Fomento Cultural Banamex y curadora de la muestra, anduvo visitando museos, tiendas, especialistas y comunidades en busca de la belleza y la fuerza de cada pieza, la calidad técnica de su elaboración y la importancia del artista en su comunidad. “Hay maestros que le imprimen cierta personalidad a las piezas o influyen para su evolución natural, y que lo hacen como hace trescientos años, sin mayores variaciones pero con una técnica perfecta”, puntualiza Cándida.
Su método era dejar una pequeña seña de dinero y que la oficina siguiera todo el proceso para pagar, hasta que la pieza llegara a México. Un trabajo enorme. Hay una gran bodega donde reposan las piezas cuando no están de viaje. Ya han pasado por Francia, Alemania, España, Bogotá, Buenos Aires, São Paulo y Los Ángeles, con el apoyo decidido de la Cancillería mexicana.
Objetos maravillosos
Las piezas reflejan tradiciones, sentimientos, formas de pensar y relacionarse de las comunidades. Son auténticas obras de arte que cubren tres funciones claramente definidas: el uso cotidiano, el ritual-ceremonial y el decorativo. Ahí está el sello de cada país con el empleo de colores, las formas, las puntadas, las figuras. Por ello, se puede admirar una variedad increíble de creaciones, que incluye a España y Portugal, pues de allí viene parte de nuestra cultura. “Mientras más rico es el mestizaje, más se expresa en el arte, por eso Ecuador y México, países con mucho mestizaje, somos muy ricos en arte popular: tenemos lo indígena, lo mestizo y lo de origen español”, observa Cándida, quien nos guía por la muestra.
Al iniciar el recorrido, nos reciben los maravillosos jaguares de Chiapas. Leones de Pernambuco, en el nordeste de Brasil; piezas de cerámica, barro, arcilla indígena de México, Perú, Ecuador. La característica es que están hechos a mano, con la técnica indígena de rollos, y no en torno. Cándida destaca a Estela Dagua, ecuatoriana, del pueblo kichwa de la Amazonía, con sus mokawas o escudillas exquisitamente decoradas.
“Y si vuelvo le daré una toronja/ y una jarra de barro vidriado/ de esas que se parecen a sus pechos/ cuando saltan de un árbol a otro árbol”. Rafael Alberti mencionó mucho antes, en su poema El soldado, al barro vidriado de España que está presente en esta muestra. Y están, entre otras, las muñecas grandes de Izabel Mendes da Cunha, de Minas Gerais; las muñecas de Atzompa, Oaxaca. Figuras con su propia personalidad, de Nicaragua, Colombia, Venezuela, El Salvador. Nacimientos peruanos de El Callao de los Chávez, de Mendoza, Salta, Argentina, Cuba, Portugal, Madrid, República Dominicana, Guatemala, las figuras de las hermanas Vásconez del Ecuador.
Entre las piezas favoritas de Cándida está el árbol de mole, de la familia Castillo Orta, cada detalle, el guajolote lanzándose a la olla… frutas, flores, huipiles, calaveras, una sirena, trompos, animales… sobra la imaginación. También recomienda a Manuel Eudócio Rodrigues, de Caruarú, Pernambuco, Brasil, con su representación de Bumba meu boi. Al ver las piezas, es fácil imaginar cómo las amasó, las cortó, las modeló. Barro negro, rojo, blanco, el horno, la pintura, la fiesta policromada.
Los textiles
Hamacas y ponchos, costa y montaña. Gran variedad. Se exponen hamacas de Bolivia, Colombia, Brasil, Uruguay, Colombia, Ecuador. Ponchos de Paraguay, Perú y de los mapuches de Chile. En algunas piezas, destaca el ikat y otras son tramadas, tejidas a doble vista como el poncho azul de Carabuela. Más ponchos de Argentina y México. Y no pueden faltar los tejidos de vicuña, tan finos que parecen seda.
Se aprecian los bordados. Calados. Deshilados. Encajes. Tejidos (en telar de cintura, en telar de cintas, en telar de estaca, en telar de pedal y en telar de alto liso, de estilo simple llamado tafetán o con trama suplementaria. Una fiesta delirante de instrumentos, países, colores, formas, materiales. La lana y el algodón son las materias primas más utilizadas. Cálidas, invitan a cobijarse con ellas.
El recorrido deja perplejo a cualquiera, por la finura de las piezas bordadas para las fiestas del Cristo del Gran Poder en La Paz, los mantos de maracatú de Pernambuco que nos remiten a esa danza del nordeste de Brasil. Bordados de Yucatán, la bahiana en Salvador de Bahía. Cada uno, con sus colores, sus técnicas, el uso de las fibras, los tintes naturales, los diferentes tipos de telares. Varias manos se juntan; Carmen Vera de Cuenca, las molas de Panamá, los tejidos extraordinarios de Nebaj, Guatemala, los de Chiapas.
La sala de los huipiles es muy especial. Ese bordado de Oaxaca, a punto de cruz matizado, teñido con caracol púrpura, tiene tan fino dibujo. Los huipiles largos se usan más en México. Cándida alaba las maravillas del tapiz de la familia de Benigno Sulca, en Ayacucho. Se puede admirar un sarape de Saltillo, con seda, plata, oro y lana, que le llevó más de un año elaborar a Modesto Nava Vega.
Los metales y la madera
Cobre, plomo, hierro forjado, hojalata. Perú y Bolivia tienen una larga tradición en el trabajo con metales como la plata y el oro. Desde el siglo XVI, se dio gran impulso a la orfebrería para crear ornamentos litúrgicos, vajillas civiles y joyería. En la muestra, están presentes la metalistería, orfebrería y joyería y accesorios de adorno personal. Están presentes en la muestra sus filigranas, su brillo y sus piedras preciosas.
Sigue el vértigo de la muestra más rica de arte popular que se ha mostrado en estas tierras: piezas de platería mapuche, la virgen de un gran platero de Oporto, Portugal; las campanas de Palmilla de México; un tallador madrileño, un platero mexicano, otro peruano. Piezas primorosas del maestro Cachi de Cusco, piezas de Guatemala.
Luego las maderas, duras, suaves, que se trabajan en barniz, talla, laca, taracea y marquetería. Se pueden ver algunos instrumentos musicales: marimbas de Chiapas y Guatemala; arpas de Paraguay, Perú y México. ¡Para volverse loca!
En el tallado de máscaras que se usan en fiestas, brincan las piezas hechas por los borucas de Costa Rica y por muchos pueblos de la Amazonía. Otras, además de talladas, están policromadas, como es el caso de las máscaras mexicanas que representan viejitos y tigres, así como los moros y cristianos de Guatemala.
La madera también es ampliamente utilizada para la elaboración de juguetes populares que pueden ir desde las piezas de madera de copalillo hasta lujosos juguetes laqueados o policromados como los del maestro Mario Calderón, de Mérida en Venezuela. Madera de Chiapas, de Nicaragua, maderas policromadas de Brasil, Costa Rica, artesanos urbanos de Uruguay, los barcos de los espíritus del Chocó, Colombia, los nahuales de Oaxaca, maderas del Caribe y Cuba. Muebles incrustados, un bargueño español, taracea de San Luis Potosí, la lista es abrumadora. Hay que venir otra vez.
Una creatividad asombrosa
El trabajo con fibras vegetales es una práctica muy, muy antigua en la historia. El tule (o totora) se trabaja hace siglos en zonas lacustres, como el lago de Pátzcuaro en México o el lago Titicaca en Bolivia, mientras que la palma tiene una difusión más amplia que abarca casi todo el continente. Una de las zonas más ricas en la producción de objetos de fibras vegetales está en las cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco. Las fibras blandas: agave, palma, plantas acuáticas, tallos de cereales y algunos arbustos. Y las duras: mimbre, esparto, bejuco, carrizos. Todo se junta en esta muestra.
Piedra volcánica, obsidiana, piedras semipreciosas como amatista, malaquita o lapislázuli, transmiten su magia, al igual que la piel bordada, el papel de algodón, el papel amate, el cartón, el papel maché: máscaras, calaveras, nacimientos. Todo baila, todo bulle ante los ojos asombrados que les dan movimientos.
Y hay más: figuras delicadas de ámbar tallado, figuras de mazapán, calabazas esgrafiadas y talladas; figuras de látex, caña de maíz; caracol y concha, cera, coco labrado, plumaria, cuerno y hueso, chaquira, vidrio… Llegamos a un rinconcito en el que todo es Perú: pasta de papa con papel maché, cola y las figuras durarán mucho tiempo. También usan madera de maguey con tela, como el maestro Santiago Rojas, de Paucartambo, y Pedro González, de Huancayo.
Para cerrar saludamos a los santitos ecuatorianos, mexicanos, brasileños, bien parecidos entre ellos. Y nos despiden figuras de vestir en Nicaragua y El Salvador. Y la Virgen de Quito, símbolo de la Escuela Quiteña de la Colonia, prestada para presidir la sala. Es el barroquismo de Iberoamérica en su máxima expresión.
Todas las piezas son elaboradas a mano, pero esto no quiere decir que todo lo hecho a mano llega a ser arte. Tiene que existir el conocimiento comunitario ancestral para que tenga el doble valor. “Lo llamamos arte popular porque la gente lo tiene que defender así, pero es tan arte como cualquiera, no debería tener prefijos ni sufijos”, dice Cándida.
¿Dónde empieza y acaba el arte popular? Es una de esas discusiones bizantinas que no llevan a nada. “Aquí se ve cuántas cosas parecidas hacemos en todos los países, y bien hechas, y está vivo, activo y bello. El artista popular persigue la belleza y creo que estos maestros sí lo consiguen. Es un trabajo muy elaborado… se necesita tener en la cabeza una estructura matemática compleja para hacerlo. Porque, después de ver estas piezas, las personas empiezan a comprender que esto es arte”, finaliza Cándida, que no es ninguna cándida.