Por Matilde Ampuero
Sin duda, las propuestas del arte joven dinamizan el panorama artístico de una ciudad, de un país, de una época. Más aún cuando luego de un supuesto declive de la pintura, algunos jóvenes artistas, hoy por hoy, prefieren comunicarse a través de las artes tradicionales, pintura y escultura, o las combinan con otros lenguajes: fotografía, arte digital, audiovisual, ilustración, cómic, pues todas son expresiones artísticas que se interconectan y transitan por los mismos circuitos.
Maureen Gubia se declara autodidacta, aunque cursó dos años de estudios en el Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE). Es una artista que trabaja especialmente en ilustración, parte de las llamadas artes aplicadas que, junto con la fotografía, el cómic y el cartel, desde hace tiempo ha sido asimilada por el arte contemporáneo. A los 27 años, Maureen cuenta con un amplio currículo que incluye la publicación de sus obras en libros de arte y en revistas/blogs en línea, y exhibiciones individuales y colectivas en varios países de América y Europa, y tan lejos como China. Además, ha tenido la oportunidad de trabajar en arte promocional para Panda Bear/Noah Lennox, integrante de Animal Collective.
En la medida en que su pintura utiliza el propósito narrativo de la ilustración, esta constituye su mayor influencia, pues a más de que sus imágenes contienen una carga iconográfica que casi siempre facilita la percepción del mensaje, la artista se vale de la destreza en el dibujo y de los rasgos y colores exagerados y luminosos que caracterizan al cómic y a la ilustración: “Me he dado cuenta de una cierta cualidad siniestra en mis dibujos y pinturas. Creo que aluden al lado oscuro del ciclo de la vida, el deterioro y emociones fuertes y volátiles. No me gusta el drama, por lo que trato de que toda esa energía buena o mala luzca neutral y serena. Eso mezclado con una paleta radiante y texturas ricas hacen un contraste peculiar”.
Maureen sostiene que se inspira tanto en las vivencias diarias como en la simbología que surge de su subconsciente, razón por la que algunos de sus seguidores califican su obra como surrealista. En Guayaquil, su ciudad natal, la artista ha realizado dos exposiciones individuales: Priin, una muestra que combinaba arte digital y pintura, expuesta en la galería del Teatro Centro de Arte, y la segunda, Manglar Filial, en la que exhibió una serie enfocada al concepto “retrato de familia”, en el museo Nahim Isaías (2010).
Las obras exhibidas en ambas exposiciones, donde la artista involucra a otros “actores” del entorno familiar, revelan el momento en que su trabajo se acerca más a la narrativa de la ilustración, pues en ellas Maureen se aprovecha de la imagen para mostrarnos escenas de intimidad de su mundo psíquico, trasladando a la mente del espectador la idea de un tiempo detenido, pues nuestra expectativa se queda colgada de un posible desenlace que nunca se produce.
Los últimos dos años Maureen Landín o Maureen Gubia, nombre artístico que toma de su gusto por el grabado, ha combinado su pintura con tecnología para producir arte digital. Sin embargo, la impronta del dibujo y de la misma pintura, que llevan el gesto individual que identifica al verdadero artista, supera, en su caso, cualquier generalización visual implícita en los programas de diseño, como se puede ver en www.mgubia
Un triunfador nato
Jimmy Lara, quien recientemente egresó de la carrera de Artes Visuales del ITAE, sigue una línea que busca ser más académica, sobre todo en el discurso. Este artista manabita, nacido en Jipijapa y residente en Guayaquil, ha ganado durante los últimos seis años varios concursos nacionales, como la Primera Bienal de Pintura Luis Noboa Naranjo. Una suma de premios que lo coloca entre los jóvenes más reconocidos del arte local, con varias menciones y un segundo premio en el Festival de Arte al Aire Libre (FAAL), organizado por el Municipio de Guayaquil; el premio Revelación y luego primer premio del Salón de Octubre (CCNG), y una mención de honor del Salón Nacional de Pintura Luis A. Martínez de Ambato. Además, Lara logró una temprana representación del Ecuador en la X Bienal Internacional de Cuenca 2009, siendo su última conquista el primer premio, con la obra Grado Cero, del Salón Junio, otorgado anualmente por el Centro Municipal de Arte de la ciudad de Machala en el año 2011.
Lara afirma que sus obras son ante todo reflexiones sobre formas de ver y experimentar la vida urbana, propuestas “psicogeográficas” o “situacionistas” que buscan revelar las contradicciones existentes entre el conjunto de leyes que rigen la ciudad y lo real cotidiano. Sus imágenes, dice, se convierten en una saga histórica cuyo tema es la ciudad, y en ellas mezcla pintura y fotografía, figuración y abstracción, en un diálogo de técnicas, cuya intención también es “integrar legado histórico y formas nuevas de expresión”. Esta problemática se reflejó en la obra ganadora del Salón de Octubre 2008, titulada Recuerdos ocultos y la teoría de la pirámide según Maslow y compuesta de seis bastidores triangulares que formaban un hexágono, que al ser retirados de su estructura podían componer una figura tridimensional en el piso. Con esta pirámide el autor intentaba trasladar la famosa teoría de Maslow (pirámide de necesidades del ser humano) a su obra, señalándola como la razón fundamental de la migración de los ecuatorianos.
Esa propuesta crítica de la vida urbana se repite en Grado Cero, en la que el artista “extrae” pigmentos de colores de antiguas fotografías familiares, con los que pinta o construye el mapa de la ciudad. Como muestra de la buena salud de la que goza la pintura, Lara ha expuesto con éxito, fuera y dentro del país, ubicándose bajo ese gran concepto ampliado —porque lo incluye todo— que es el arte contemporáneo.