Veo morir una flor, entristezco.
Al mirar como muere la flor, escribo poemas.
Contemplo cuando muere esa flor, soy la flor.

La diferencia entre mirar y contemplar es que en la contemplación soy lo otro, el otro. Es un martes de diciembre. La gente no deambula, corre. Mientras espero a Paolo en el café de siempre, contemplo a una anciana encorvada, cubierta por un abrigo gris y de pelo blanco, tomar con sus manos arrugadas la taza de café y llevárselo con lentitud a la boca. A ella nada le apura, o eso parece.
—Qué envidia —me digo a mí misma.
Paolo llega repentino, sigiloso como una sombra. Vestido de negro. Apretando entre sus manos el casco de su motocicleta.
—Hola, Ali, ¿esperaste mucho? —me pregunta.
—No, ni me di cuenta de que se demoró.
Paolo está nervioso. Conozco sus manos que se mueven confundidas. Parecen perdidas en un cuerpo equivocado. Paolo tiene veintidós años y habla de dos naturalezas que habitan en su cuerpo:
—Toda mi vida he pasado alejado del mundo, en el misterio, en la oscuridad. Ese lado de mí está nervioso. Pero también está el man curioso, imprudente. Ese está emocionado. Al primero no quiero pararle mucha bola, porque me da ansiedad.
Acaba la idea y se ríe de sí mismo.
Un dato a tomar en cuenta
Entre varios desórdenes mentales y físicos, y durante el primer año de pandemia (2020), se muestra que la ansiedad y la depresión aumentaron en 25 %. Este informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de junio de 2022, refleja que el número de personas que sufren una enfermedad mental escala a casi mil millones.
Las mujeres son más afectadas que los hombres y los jóvenes más que los adultos, en especial los que tienen entre veinte y veinticuatro años.
Las palabras de Paolo
—Para mí la ansiedad es no estar nunca. No estar presente. Es difícil porque te pierdes de muchas cosas —dice Paolo, y se mira las manos blancas.
Conoce la palabra ansiedad desde que era niño.
—Yo siempre fui un niño disperso, no ponía atención, no paraba bola a las cosas que estaban a mi alrededor, pero cuando volvía a la realidad tenía respiraciones muy rápidas, me daban hormigueos en las piernas, quería levantarme y salir corriendo.
La ansiedad es una falta de esperanza, de contemplación.
Paolo me dice que fue a muchos psicólogos para descubrir qué le pasaba. Fue diagnosticado con trastorno de ansiedad acompañado de depresión. Así vive desde los nueve años.
—¿Te avergüenza decir que tienes ansiedad? —pregunto.
—No, para nada, todos en mi círculo tienen ansiedad, es lo más común. La ansiedad para nosotros es una condición cotidiana y superficial —me responde.
¿Qué dice el psicólogo?
En el café de siempre, pero de otra ciudad, es viernes. Son las nueve de la noche. Frente a mí está Daniel Reyes, psicólogo clínico de 42 años.
En una frase Daniel rompe el tabú. Me dice que todos tenemos ansiedad, que la ansiedad es un sentimiento compuesto: tener miedo, pero no saber a qué. Que la ansiedad es algo inherente al ser humano, entendiendo que somos homo sapiens que desarrollaron su lóbulo frontal, se organizaron de manera cultural, se distanciaron del funcionamiento instintivo y, al hacerlo, en el orden social, hay leyes que rigen y reprimen.
Entonces, los humanos buscamos un deseo constante e insatisfecho que se distorsiona y se intenta gratificar de otras formas que nunca llegan a ser gratificantes. Esto sucede porque nunca se está atacando el deseo real y, por eso, el ser humano es inconforme por naturaleza.
—Pretender vivir sin ansiedad no es una realidad, el ser humano tiene ansiedad y desea algo y al mismo tiempo teme, y ese es el desafío. ¿Cómo sería la humanidad sin ansiedad? No hubiésemos conseguido nada —dice Daniel.
Primera persona
Cuando tenía diecinueve años decir que tenía ansiedad o depresión era vergonzoso. Como si perteneciese al team de Satanás. Si por error lo confesaba, la gente me quedaba viendo asustada. Como si estuviesen mirando a una loca.
Cuando tenía ataques de ansiedad en medio de una pelea familiar, sentía que moriría pronto, el corazón me latía veloz, no podía respirar, me asfixiaba. Era una catástrofe inminente. Pero nadie me tomaba en serio. Me decían: exagerada, malcriada. Otra vez: loca.
Ni mi familia ni yo sabíamos lo que era la ansiedad. Descubrí esa palabra con el tiempo.
Ansiedad: 1. Estado mental que se caracteriza por una gran inquietud, una intensa excitación y una extrema inseguridad. 2. Angustia que acompaña a algunas enfermedades, en especial a ciertas neurosis.
Gracias a Dios, los tiempos van cambiando.
No son menos ansiosos, para nada, pero hay información.
No es pecado ir a terapia.
La manera en que debemos hablar de esto
—Casi siempre hay un uso coloquial de los términos clínicos. Entonces, le preguntas a tu amiga: “qué te pasa” y te dice: “estoy deprimida”, y no está deprimida, está triste. Está elaborando un duelo, se le murió el perro o el pelado le dejó —dice Daniel.
Para estar deprimido o ansioso hay que padecer de una serie de síntomas, que deben ser diagnosticados por un profesional. La ansiedad se convierte en un problema cuando una persona pierde la capacidad de funcionar y adaptarse.
Daniel dice que hay una generación de cristal que es gratificada inmediatamente, y esa generación de cristal no tiene tolerancia a la frustración, no tiene tolerancia a la incertidumbre, porque nunca tuvo que esperar nada. Siempre tuvo lo que quiso y, al salir al mundo real, la vida está ahí, les toca esperar y les toca aguantar y entonces aparece la ansiedad.
Mucha de esa ansiedad es real, y mucha es tener baja tolerancia a la incertidumbre. Para alcanzar altos niveles de tolerancia hay que frustrarse.
—Lo que pasa es que esos hijos tuvieron unos padres muy frustrados, porque los abuelos supieron frustrar bien y dijeron: “Yo nunca voy a hacer lo que mi papá hizo conmigo”. Entonces, el guagua llora, dura tres segundos, le abren la boca y le meten una papa. No saben aguantar nada y todo les produce ansiedad y nada es suficiente. La psicología empieza a volverse parte de la vida humana y eso es una evolución. Yo no creo que las generaciones pasadas fueron mejores porque, si no, volveríamos al Medievo y el Medievo era horroroso. Yo creo que la humanidad sí ha avanzado y entonces la psicología comienza a incorporarse también porque comienza a volverse más científica, más eficaz, más eficiente, más práctica.
A la consulta de Daniel llegan padres y madres que le dicen: “Le traigo a mi hija porque tiene una ansiedad espantosa”.
—Sí, está usando un término equivocado porque no es psiquiatra ni psicóloga, y no puede llegar a esa conclusión. Pero el tema no es ese, el tema es que probablemente la niña no está bien, pero tiene acceso al servicio de salud mental, gracias a que la mamá, en su fuero interno, en su conocimiento o en el inconsciente colectivo, ya comienza a usar estas palabras alternativas para explicar la vida y el comportamiento.
Basado en la investigación científica, Daniel dice que la mejor manera de intervenir la ansiedad es la combinación de terapia cognitiva, constructivista o conductual, y tratamiento psiquiátrico con medicación ansiolítica.
—Como psicólogo, la última alternativa es la medicación. Pero también es muy irresponsable sostener a un paciente sin medicación cuando la necesita, porque lo que estás haciendo es reforzar, en términos biológicos, el funcionamiento neurológico que sostiene este tipo de síntomas. Cuando no permites que alguien se medique, lo conviertes en un paciente crónico.
A sus veintidós años, Paolo se define como “un joven productor musical”, que está “intentando cumplir un sueño, materializar la visión de mi cabeza”. Dejó de ir a terapia. Su ansiedad no mermó. “Estar en el mundo es difícil”, dice. Trata de “estar templado, de pensar que esas cosas pasan, que llegan, pero también se van”. Que intenta no darles mucha zona a sus pensamientos.
Medicación
A través de Instagram me contacto con Carlos Torres, un psiquiatra ecuatoriano que vive en Buenos Aires. Carlos dice que se puede iniciar paleando los síntomas de la ansiedad con ansiolíticos como Rivotril, Clonazepam y todos los terminados en pam.
—Pero a largo plazo lo que uno busca es iniciar con antidepresivos, que lo que hacen es modular los neurotransmisores y, aunque el efecto no es tan rápido como con las benzodiazepinas, el tratamiento es más sostenido.
El medicamento más usado en el Ecuador, según el mismo Torres, es el Clonazepam.
Últimas palabras de Paolo
—¿Y qué es lo que más te da ansiedad? —pregunto.
—La mezcla de información, las redes, Internet, son como bombas a tus nervios. Cuando veo mucho Instagram me sobrelleno de eso y siento que estoy energéticamente acabado. Hay días que pienso tanto que no puedo dormir. Duermo cuatro horas al día.
—¿Qué haces para aliviar la ansiedad?
—Nada. No hago nada porque estoy poniendo mis pocas energías en la música. Ahorita solo estoy pasando las rocas para ver a dónde llego. A mí la ansiedad no se me nota, la gente me ve y dice: “eres un man sereno”. No digo nada, no hago nada, pero adentro estoy a mil.
Ruido. La ansiedad es ruido, como cuando se perdía el canal de la tele. Ese ruido atrae todas las frecuencias. El sonido rosa. La ansiedad abraza al mismo tiempo todos los problemas y ninguno tiene su espacio, se chocan. Es la velocidad en el cuerpo. Un silencio inquebrantable hablándote a la oreja. La muerte no deja de ser un sentimiento presente. La ansiedad aprieta, da taquicardia, pena, sinsentido y angustia. La ansiedad son miles de gentes viendo, mirándote pasar. No hay contemplación. La ansiedad son unas manos que sufren porque no pueden quedarse quietas.