La vida, inclusive la humana, depende de lo que pasa en la Amazonía. Esa selva, que carga con la mayor biodiversidad del mundo y limpia el aire del planeta como un gran aire acondicionado, está en peligro de extinción. ¿Cuáles son sus principales amenazas?

La Amazonía ha empezado su agonía. Lo que está en juego es el gran aire acondicionado del planeta, una unidad ecológica que suma siete millones de kilómetros cuadrados repartidos entre Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Bolivia, Guyana, Surinam, Ecuador y Guyana Francesa.
“Los científicos calculan que, si deforestamos entre el 20 y el 25 % del bosque amazónico, se llegaría a un punto de no retorno. Estamos en el 17 %. El objetivo sería que hasta 2025 se proteja al menos el 80 % de la Amazonía y que para 2030 ya no exista deforestación, de lo contrario el daño será irreversible”, señala Analiz Vergara, directora del último estudio de WWF Informe Amazonía Viva 2022.
Este informe de 97 páginas advierte sin tapujos: “El destino de la humanidad es inseparable del destino de la Amazonía”.
Sin la Amazonía, la Tierra perdería uno de los más grandes sumideros de dióxido de carbono. No habría agua ni ríos voladores. La temperatura global aumentará y estaría en peligro la soberanía alimentaria del continente americano. Las sequías serían extremas, se perderían especies, sin que sus hijos, o usted mismo, lleguen a conocerlas jamás.
Un paraíso desahuciado
El complejo y único sistema ecológico de la Amazonía hace que los árboles funcionen como una bomba de agua que aspira la humedad del suelo y la eleva a través del sudor de la vegetación. Este proceso se conoce como “evapotranspiración”. Esa humedad que se eleva se junta con las inmensas corrientes de vapor que vienen del Atlántico y que pueden llevar más agua que el mismo río Amazonas. Estos son los “ríos voladores” que chocan contra la cordillera de los Andes, y entonces llueve. De esta manera se engrosan los páramos, los glaciares y los ríos de las laderas que llevarán el agua de nuevo a la selva. En este proceso se recicla el 75 % del agua de la Amazonía.
Tanta humedad en suelos que, además, son orgánicos, llenos de hojarasca y material en descomposición, permite la formación del bosque megadiverso. De hecho, la Amazonía alberga casi el 10% de la biodiversidad del planeta, a pesar de ocupar solo el 1 % de la superficie de la Tierra.
Y cuando hablamos de biodiversidad nos referimos, por ejemplo, a que en un solo gramo de suelo se podría hallar más de mil especies de hongos, y a que el 34 % de los mamíferos y el 20 % de las aves son endémicos; es decir, que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. La biodiversidad es tal que cada dos días la ciencia descubre una nueva especie nativa.
Por si esto no fuese suficiente, le damos un dato más: se calcula que la Amazonía es la reserva del 20 % del agua dulce del planeta.
Dicho esto, cabe preguntarse: ¿cuándo será que ponemos manos a la obra para detener el deterioro de la pieza reina del ecosistema mundial?
Pobres y amenazados
Según el informe de WWF, la selva amazónica alberga 47 millones de personas, que incluyen 2,2 millones de indígenas de 511 grupos distintos.
Entre la abundancia de recursos naturales de la Amazonía y la desigualdad económica y social de quienes viven allí, se crean graves conflictos ambientales: de los 2832 problemas de este tipo reportados a nivel mundial, 492 se han dado en países amazónicos. El 26 de febrero de 2023 el líder cofán ―y uno de los principales críticos la explotación petrolera en la Amazonía ecuatoriana―, Eduardo Mendúa, fue asesinado en su casa, en la comunidad de Dureno, en Sucumbíos, con doce disparos. Pero este no es un caso aislado, ya que según Global Witness, en 2019 fueron asesinados 212 defensores del ambiente alrededor del mundo. Dos de cada tres muertes ocurrieron en Latinoamérica.
“Están destruyendo la ribera de río Napo, frente a nuestras tierras. Hemos denunciado a las autoridades y lo único que hemos recibido son amenazas”, dice, por WhatsApp, el Gringo Rodríguez, que le pone un rostro a las cifras que hemos venido enunciando. Hace diecisiete años vive a orillas del río Napo y tiene un lodge ecológico.
A través de su cuenta de Twitter, Rodríguez ha mostrado, desde octubre de 2022, cómo en la comunidad de Balzachicta maquinarias del gobierno provincial han trabajado día y noche en la extracción de material pétreo, desviando el cauce del río. Según Rodríguez, esto se estaría haciendo sin los permisos del Ministerio del Ambiente. De hecho, este ministerio ha realizado tres inspecciones y cuatro informes técnicos en los que se determina que el gobierno autónomo descentralizado (GAD) de Napo incumplió once normativas ambientales. El 5 de marzo de 2023 suspendió la actividad de extracción minera de materiales que la Prefectura alega que era para la construcción de una carretera.
Un lanchero, a través de una videollamada, contó que la desviación del río está afectando a su comunidad porque, al cambiar su curva, el río inunda las poblaciones orilleras cercanas pero, en palabras de este amazónico, “nadie habla por miedo”. Él también lo siente, por eso pidió absoluta reserva de su nombre.
En las noches, mientras los ríos corren bulliciosos, las máquinas operan sin permisos y la selva va muriendo. Es lo que sucede en la comunidad de Tzawata-Ila-Chucapi. Su presidente Kambak Wayra cuenta que entre sus más de 150 familias hacen turnos de día y de noche para protegerse de los ataques de empleados de una minera que ha pedido la concesión de sus tierras ancestrales.
Kambak camina despacio. Mientras deshierba una parte de la cancha de fútbol, recuerda el primer desalojo: “El 28 de mayo de 2010 llegó una gran cantidad de policías y militares y nos sacaron de nuestras casas que luego quemaron junto a nuestros cultivos, todo por orden del Ministerio de Agricultura y Ganadería. Pero (luego) volvimos a levantar el pueblo”.
Al respecto, el 9 de marzo de 2023, Jan Jarab, representante regional para América del Sur de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, envió una carta recomendando al Ecuador reconsiderar la revocatoria de la orden de desalojo de esta comunidad, y que, más bien, el Estado “se enfoque en asegurar medidas de protección y salvaguarda a los impactos negativos ambientales”.

Según el defensor del Pueblo de Napo, Eduardo Rojas, hay peritajes antropológicos que evidencian que este pueblo kichwa ha vivido allí desde hace más de cuatrocientos años.
“Estos trece años de disputa con el Estado nos tienen agotados. Nos han quitado la tranquilidad. Nosotros solo queremos vivir en la tierra que nos pertenece y dejar un lugar seguro para nuestros niños y niñas, por eso, a pesar del cansancio, no abandonaremos la lucha”, asegura Kambak con una voz dulce y firme a la vez.
Biodiversidad en riesgo
De acuerdo con el Informe Amazonía Viva 2022, la falta de regulación ambiental, el autoritarismo, el crimen organizado y la corrupción son algunos problemas que no permiten un control adecuado.
Ejemplos hay por cientos. En el Ecuador, en Napo, la Corte Provincial de Justicia falló a favor de doce colectivos y comunidades que demandaron una acción de protección contra el Estado por no controlar la contaminación de los ríos por parte de las empresas mineras que funcionan con permisos estatales. El 13 de abril de 2022 la sentencia incluyó que el Estado pida disculpas públicas y que en un plazo máximo de 180 días ponga en marcha un plan de recuperación de las cuencas hídricas afectadas y los suelos deforestados por la minería.
El plazo venció en octubre de 2022 y ninguno de los ministerios responsables (Ambiente y Agua, y Minería y Recursos Naturales), ni la Agencia de Regulación y Control de Energía y Recursos Naturales No Renovables y Minería, han presentado un plan de reforestación ni se han pronunciado ante los demandantes. Mientras esto ocurre, comunidades como Shiguacocha viven sin agua.
Pepe Moreno, presidente del colectivo Napo Ama La Vida, sostiene que parte del problema viene del olvido de los Estados con estas poblaciones que tienen los niveles más altos de pobreza, mientras las grandes industrias extractivas hacen sus festines.
Irónicamente, la Amazonía no solo guarda oro, plata y cobre entre sus suelos, sino también alrededor de 733 gigatoneladas de dióxido de carbono, es decir, es un gran regulador de carbono. Se calcula que para que el planeta se mantenga en un calentamiento global que no supere los 1,5 grados centígrados de temperatura no debería haber más de 510 gigatoneladas en el ambiente.
Por eso, los científicos ponen énfasis en que cada hectárea de destrucción de la Amazonía no es solo acabar con el mayor bosque de absorción de carbono, sino que significa liberar grandes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Lo que afectaría la calidad de vida de toda la humanidad.
Esto mientras se pone en duda si las compensaciones certificadas de carbono que utilizan empresas como Gucci o Disney realmente funcionan. En enero de 2023 una investigación de The Guardian reveló que el 90 % de los créditos de Verra (una de principales empresas de compensación de selva tropical) serían “transacciones fantasmas”.
Soluciones
Analiz Vergara, autora principal del Informe Amazonía Viva 2022
Vergara es ecuatoriana y fue líder de este informe regional que empezó en 2020. Como socios del proyecto se incluyeron los aportes de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) que es la organización indígena más grande del planeta.
A pesar del panorama, Vergara mira con esperanza. Cree que hay soluciones y que el camino para detener el problema está marcado en cinco puntos clave:
- Proteger los territorios a través del buen manejo de las áreas protegidas y la legalización de las propiedades a las comunidades indígenas, que incluya el respeto a su propia gobernanza.
- Que las compañías que operan en la Amazonía garanticen que sus procesos de producción y su cadena de suministros no generen deforestación.
- Priorizar la biodiversidad, a través de una estrategia: cuidar las especies paraguas que son el jaguar y el delfín de río.
- Mantener los ríos de cauce libre. La cuenca del Amazonas ya tiene muchas represas que impiden que los sedimentos bajen y que los animales cumplan su ciclo.
- Que los gobiernos amazónicos prioricen la atención de las necesidades de la población para plantear esquemas de desarrollo sostenible a largo plazo.