
La última vez que María Eugenia Basantes vio a su hijo, Alexander Romo, le dio un sorbo de agua; estaba sediento. Ella terminaba de tomar su café, mientras revisaba la página de anuncios clasificados de un matutino, en busca de un trabajo.
Era domingo 6 de noviembre de 1994. El pequeño, de dos años y cuatro meses, entraba y salía del restaurante, en la vieja terminal terrestre Cumandá, en el Centro Histórico de Quito. Jugaba con una pelotita verde y un esfero. Vestía una camiseta blanca y un pantalón celeste.
El tiempo, los momentos de depresión y la soledad no le han quitado ese recuerdo de su único hijo. La mujer ya llegó a los sesenta años. Alexander cumpliría la mitad, treinta años, en julio de este 2022.
En el cuarto —que María Eugenia arrienda por cincuenta dólares al mes, en la Lucha de los Pobres, suroriente de Quito— no hay espacio sino para una cama, una cocina y muebles, donde guarda su ropa y la vajilla. Todo el lugar lo ocupa Alexander, con su rostro en fotografías y pancartas, y en la memoria de su madre.
Antes de acostarse y al despertarse, siempre le da la bendición a su hijo desaparecido, a través de tres de sus fotos, en las que tiene tres meses, ocho meses y un año. Algunos días enciende una velita y le pide a Dios que lo cuide.
A un lado de la cama, María Eugenia se sienta. Trata de sobreponerse. El día de la entrevista llueve y el golpe de las gotas de agua sobre el techo de zinc de la vivienda hacen que levante la voz. El escenario abruma. De sus ojos caen lágrimas gruesas, más incluso que las gotas del aguacero.
Su voz es bajita y su tono es dulce, como los cantos en kichwa. Ella nació y se crio en El Corazón, en Cotopaxi. “Cuando voy en bus, a veces me pongo a llorar”, cuenta. Se siente apoyada por la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec).
El teniente coronel de la Policía Nacional, Miguel Egas, menciona la historia de Alexander, cuando le consulto por un caso que lo conmueva como padre de un bebé. Es el jefe de la Unidad Nacional de Investigación de Personas Desaparecidas, de la Dirección Nacional de Investigación de Delitos Contra la Vida (Dinased). Desde mayo pasado concentra la búsqueda de niños y adultos perdidos.
“Es complejo, aún buscamos a Alexander. Solventamos fallas del sistema. Pero es difícil, cualquier ciudadano de treinta años podría ser él”.
En el Ecuador se registraron 74 096 personas reportadas como desaparecidas desde 1947 hasta el 31 de diciembre de 2021. Lo apunta Tomás Guayasamín, director de Prevención, Trata de Personas, Tráfico Ilegal de Migrantes y Desaparecidos del Ministerio del Interior.
El 98 % de ellos ha sido localizado, es decir, 72 409 denuncias ya han sido resueltas. En investigación se mantienen 1687 casos, 2 % del total.
Los datos son de la Dirección Nacional de Análisis de la Información de la Policía Nacional. De los 1687 casos abiertos, el 15 % corresponde a niños y adolescentes (hasta diecisiete años). El 69 %, a los adultos y el 16 %, a los adultos mayores no ubicados.
En su oficina, en la García Moreno, entre Sucre y Bolívar, Guayasamín pide revisar la web de los desaparecidos en el Ecuador en su computador. Aclara que hay investigaciones en la Comisión de la Verdad que no constan ahí.
Al digitar “Andy” al azar, en el buscador, aparece el rostro de Andy Santiago Delgado Párraga. Y el dato de que fue visto por última vez el 23 de noviembre de 2020 en Manabí. Nació el 30 de agosto de 2010.
“Recuerda que estamos aquí esperándote. Día a día anhelamos tu regreso. Queremos que estés a salvo. ¡Te tenemos presente siempre!”, se lee a manera de formato, en todos los reportes. También se indica: Si tienes información llámanos o escríbenos. Gratis y confidencial: 1800 DELITO (33 54 86) y a desaparecidosecuador@ministeriodegobierno.gob.ec
Al escribir “María”, se encuentra a María Ana Tagua Apaja. Desapareció el 15 de septiembre de 1983 en el Hospital Pediátrico Alfonso Villagómez, en Chimborazo. Tenía cien centímetros cuando se perdió, cerca de ocho años.
En esa web también figura Leni Iván Aguinda Grefa, a quien, según su abuela, pareciera que se lo hubiera tragado la tierra, el 22 de febrero de 2021, hace más de un año en San Camilo, en Limoncocha. Desde esa localidad, en Sucumbíos, Elvia Grefa contesta su celular.
Con la peor noticia del mundo, recuerda, le recibió la sobrina de quien fue su pareja por veinte años. “Tía, Leni se perdió”, le alertó, cuando regresaban de una tarde de pesca en el río Napo; salieron a las 13:00 y por una tormenta eléctrica volvieron cuatro horas y media después; el hombre la convenció de dejar a su pequeño al cuidado de la adolescente.
En mayo cumpliría tres años. Su abuela presiente que algo malo le sucedió. Tiene una corazonada. Pero no puede acusar a nadie, sin pruebas. Llora por la amenaza que le hiciera ese hombre, semanas antes de la desaparición. “Dijo que nos daría en donde más nos duele”, luego de que el segundo de sus tres hijos impidiera que fuera violentada, como en otras ocasiones, cuando llegaba alcoholizado.
Ahora tiene una boleta de auxilio. Ha sido maltratada y han querido sacarla de la casa que ella construyó.
En 2021, en todo el país, se presentaron 2100 denuncias por desapariciones de menores de edad. Según el jefe de la unidad especializada de la Dinased, el 91 % de casos fue solucionado; solo 36 investigaciones se mantienen abiertas.
Tomás Guayasamín, del Ministerio del Interior, niega la existencia de redes criminales que roban niños en el país para el tráfico de órganos, por ejemplo. Tienen un registro de un desaparecido hace once años por esta causa, pero no le precisaron la edad.
Si hablamos del fenómeno de la desaparición en el Ecuador —subraya—, está asociada a problemas familiares, sociales, académicos, económicos y psicológicos. En esa línea los datos dicen que el 90 % de personas reportadas, lo que corresponde a 65 366, desapareció de forma voluntaria.
Del 100 % de denuncias de desaparecidos, 8 % se fue “sin voluntad” por condiciones de salud como Alzhéimer, bipolaridad, demencia senil, discapacidad, accidente de tránsito o desastre natural en los que resultan involucrados. Y el último 2 % abarca a los desaparecidos fallecidos en accidentes, suicidios, muertes naturales o delitos contra la vida.
La Alerta AMBER fue creada como un legado a Amber Hagerman, una niña de 9 años que fue raptada mientras montaba su bicicleta en Arlington, Texas, y luego fue asesinada brutalmente. Èn Ecuador, las autoridades nacionales decidieron nombrarla como Alerta Emilia, en legado a la niña de 9 años que fue víctima de un secuestro en la ciudad de Loja el día 15 de diciembre de 2017, y que fue hallada sin vida cuatro días después.
El teniente coronel Miguel Egas pide tomar en cuenta que han encontrado a niños y adolescentes que, sin medir el peligro, han llegado a Mataje, zona fronteriza entre Ecuador y Colombia. Le parece que en la Costa los chicos buscan independizarse más temprano y salen de sus casas sin avisar.
De la Sierra se han reportado más casos de chicos y adultos que se perdieron al intentar reunirse con sus padres, migrantes. Hubo 52 reportes de ese tipo en 2021.
El oficial afirma que han mejorado sus protocolos. Antes esperaban 24 y 72 horas para empezar la búsqueda, ahora se sabe, dice, que las investigaciones son exitosas si se inician inmediatamente.
La Dinased colabora con países como Colombia. En noviembre pasado una madre colombiana buscaba a su hija de un año raptada por una niñera. La encontraron en un hospital de Guayaquil. Luego de un examen de ADN, a los cuarenta días, le devolvieron a su bebé.
Desde 2018 se puso en funcionamiento la Alerta Emilia, sistema para la búsqueda de niños en peligro inminente, gracias a un convenio con el Center of Missing and Exploited Children (Icmec), para ser parte de la Red Global de Niños Desaparecidos.
Hasta ahora se ha activado en seis ocasiones, para hallar a siete niñas y adolescentes. Uno de los casos abarcó a dos hermanas venezolanas, que fueron ubicadas en Perú.
La más reciente activación se hizo para dar con Gema Lovatón, de siete años. Desapareció el 28 de noviembre. Estaba con su padre, quien bebía licor y se quedó dormido en un parque de La Magdalena, en el sur, según Guayasamín.
No en todos los casos se activa la Alerta Emilia. Los criterios son subjetivos pero técnicos, dice Guayasamín. Por ejemplo, se evalúa la edad, las circunstancias, si tiene una discapacidad o una enfermedad y requiera medicinas; si desapareció en medio de un secuestro, un forcejeo, etc.
La decisión de usar la Alerta Emilia la toman la Fiscalía, el Ministerio del Interior y la Dinased. Al aplicarla, en el caso de Gema, se difunde en un radio de 160 kilómetros, en el lugar donde desapareció la niña. Y así, un policía, con la foto, recordó que vio a la pequeña con unos libadores. Informó a Dinased y los llevó al departamento donde habitaban. Allí estaba Gema, sin ningún signo de violencia.
¿Qué son 160 kilómetros? En Quito va desde Guayllabamba a Machachi, toda la ciudad. Si son usuarios de Facebook les llega la comunicación: Alerta Emilia buscamos a… llama al 911.
La Alerta Emilia surgió tras el asesinato de una niña lojana, que fue raptada por alguien cercano a su familia. En el mundo funciona la Alerta Amber, en homenaje a una niña secuestrada y asesinada en 1996 en Estados Unidos. Funciona en ese país, en Canadá y en Europa.
Elvia, la abuela de Leni, y María Eugenia, la mamá de Alexander, no dejan de acudir a plantones organizados por Asfadec. Dicen que lucharán hasta que se ponga en vigencia la Ley Orgánica de Actuación en Casos de Personas Desaparecidas, que rige desde octubre 2019. Ahora se aferran incluso a la posibilidad de un milagro.