
El retiro de Bruce Willis de la actuación puso en la palestra un término desconocido para la mayoría de la gente: la afasia. El actor anunció que no filmaría más películas debido a un trastorno de la comunicación que afecta la capacidad de hablar o comprender el habla. También influye en la forma en que se entienden las palabras escritas y en la capacidad para leer y escribir.
¿A qué se debe esto? La ciencia explica que ocurre por un daño cerebral debido al colapso o rotura de una de las arterias del cerebro. En la mayoría de los casos es resultado de un accidente cerebrovascular o una hemorragia en el cerebro.
Sin embargo, la afasia puede ser muy diferente de persona a persona, dependiendo de las regiones cerebrales que hayan sido afectadas y del nivel de gravedad.
Nereida Bueno Guerra, catedrática de psicología de la Universidad Pontificia Comillas, en un artículo de The Conversation, explica que cuando la enfermedad afecta al habla o a la escritura, puede provocar, por ejemplo, que la persona sea sistemáticamente incapaz de encontrar la palabra que quiere decir (anomia), lo que interrumpe la conversación y enoja a quien la padece.
Otros efectos son que la persona hable o escriba en una especie de protolenguaje inventado que nadie entienda. Como decir “ecomade” para expresar “gracias” o “parenpan” para decir “lentejas”, y que al escuchar una frase no sea capaz de repetirla o, al revés, que solo sea capaz de hablar repitiendo lo último que ha escuchado (ecolalia).
También implica la pérdida del conocimiento complejo del lenguaje, como las estructuras gramaticales (agramatismos), y en consecuencia no saber conjugar los verbos o no entender qué es un artículo o una preposición, e incluso, al afectar los movimientos, puede provocar que la persona haga un gesto cuando pretende usar otro, como puede ser abrir con una llave cuando lo que quiere es comer.
La afasia afecta la prosodia (el tono de voz y el ritmo del habla) y hace que la persona hable de forma monótona, cambie su timbre de voz o hable con mucha lentitud. Cuando interfiere en la comprensión, puede provocar que la persona escuche bien pero no entienda del todo lo que oye.
¿Qué hacer?
Lo primero es definir el tipo de afasia, la localización del daño encefálico y su causa. Para ello es necesario realizar una valorización minuciosa de la función del lenguaje, junto con signos asociados.
El especialista al que se debe recurrir es, en primera instancia, un neuropsicólogo o terapeuta de habla y lenguaje, que ayudará a determinar el nivel de disfunción y planear el tratamiento de rehabilitación y la recuperación potencial.
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