En conventos cada vez más vacíos, ¿cómo son en la actualidad las mujeres que abrazan la vida religiosa?
Google solo necesita un clic para mostrar que entre Lisieux (Francia) y la población ecuatoriana Joya de los Sachas (provincia de Orellana) hay 9093 kilómetros. Pero las historias de dos jóvenes se conectan pese a esa distancia y a más de un siglo de diferencia. La primera es conocida como santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897). Su biografía dice que a los quince años viajó al Vaticano con el fin de obtener una autorización especial para ingresar a un claustro de la orden carmelita.
La segunda se llama Jessica Samaniego, y hace seis años, recién graduada del colegio, se enfrentó a las mayores autoridades de su vida, Ana María y Luis, sus padres, para dejar atrás su Amazonía natal y seguir los pasos de la religiosa francesa.
Solamente un año antes dividía su tiempo libre entre el voluntariado como catequista y, durante seis meses, el único enamorado que tuvo en su vida. Entre sus planes estaba estudiar Medicina, pero un sacerdote le dio a leer la vida de la santa de Lisieux y decidió que eso era lo que quería, una dedicación “por entero al Señor”, como religiosa de vida contemplativa.
Cuando su mamá escuchó esas intenciones dijo que era un capricho de niña consentida. Le puso como condición esperar dos años y luego, si seguía con la idea, empezar ese camino; veinticuatro meses le parecían una eternidad, pero cumplió con el pacto, y a los veinte años ingresó en el monasterio carmelita del Corazón de Jesús, ubicado en San Antonio de Ibarra.
Luego de cuatro años de formación hizo sus primeros votos el 12 de febrero de 2021. Hoy comparte con otras diez religiosas una vida de estudio, trabajo y oración. De los planes de ser médica y las ilusiones de su novio solo queda un firme convencimiento que manifiesta con una sonrisa: “Eso no era lo mío”. Sus plegarias a lo largo del día incluyen intenciones para que lleguen vocaciones a la Iglesia, porque en ese y otros conventos hay cada vez más espacios por llenar.
Noviciados con una novicia o menos…
El descenso en el número de quienes optan por la vida religiosa es una realidad que la Santa Sede no busca ocultar. El Anuario Pontificio 2020 informa que, a escala mundial, hubo una disminución de 694 mil monjas en 2013 a menos de 642 mil en 2018. La Conferencia Ecuatoriana de Religiosas y Religiosos (CER) no tiene una estadística exacta en el país, pero maneja cifras de doscientas congregaciones femeninas, con unas cuatro mil integrantes en todas las regiones. El padre Rafael González Ponce, quien presidió el organismo, considera que, aunque los números son menores a los del pasado, esta presencia aún es “importante”.
En Pomasqui, Magaly Arichávala abre las puertas del noviciado de las hermanas del Buen Pastor vistiendo jeans y una blusa de seda estampada, atuendo que no piensa cambiar cuando haga sus primeros votos en 2022. Ingeniera en Contabilidad y Auditoría, llegó a esta comunidad mientras buscaba el mejor lugar para responder a lo que ella denomina “el llamado”. A los veinticinco años estaba por terminar su carrera profesional, trabajaba en una empresa privada y empezó a dar catequesis en su natal Cuenca.
Había tenido un novio unos años antes, pero él y su familia tenían claro que su prioridad era graduarse y hacer carrera en una gran empresa. Quedarse sin empleo fue el pretexto para viajar a Quito a un retiro que hoy es su congregación. En octubre de 2016 ingresó como aspirante, y desde el 8 de diciembre de 2020 es la única novicia de la casa de formación.
La falta de un relevo para las religiosas que están envejeciendo es más evidente en el noviciado de las misioneras combonianas para toda Latinoamérica, donde al llamar salta la novedad de que al momento no tienen ninguna persona en esta etapa; la última hizo sus votos el año pasado y por ahora no hay más prospectos.
No llegan y también hay quienes se van…
Monseñor Giovanny Pazmiño es obispo de Ambato y preside la Comisión Episcopal de Ministerios y Vida Consagrada. Considera que, además de “un mundo sin Dios” —frase del papa Francisco—, la caída en las vocaciones también responde a una cultura “individualista”, y a la falta de testimonio de sacerdotes que “no cumplen con lo que han prometido” respecto a su compromiso pastoral.
Amparo Albán, directora del Bachillerato Internacional del colegio Ludoteca, lo corrobora. En veintisiete años de trabajar con adolescentes ninguna de sus estudiantes ha tenido la idea de hacerse monja en el futuro. “Los chicos se muestran muy críticos respecto a noticias como las de los abusos a niños dentro de la Iglesia”, comenta.
La CER no lleva un registro de quienes se retiran de este camino, ya que generalmente es un dato que se maneja en cada comunidad. Sor Beatriz Navarro, quien fuera inspectora nacional de las Hijas de María Auxiliadora entre 2012 y 2018, afrontó durante dicho sexenio tres casos.
Al preguntarle si se puede hablar de la dificultad de guardar el voto de castidad como la principal causa, dice que más bien no; de las tres solo una llegó a casarse, y el cambio de rumbo se dio cuando las involucradas ya habían cumplido cuarenta años o un poco más. “Se trata más bien de un cuestionamiento sobre si ser parte de la congregación encaja con su proyecto de vida como un todo”, reflexiona.
Sor Mishell Inca no tiene mucho tiempo para pensar en su futuro como religiosa. Desde sus primeros votos con las salesianas de Don Bosco, el 5 de agosto de 2020, esta riobambeña divide su tiempo entre estudiar dos carreras universitarias (Teología y Educación) y el trabajo pastoral con jóvenes. Interactúa con ellos cada vez que puede en sus redes sociales, y a ratos usa la clave de Netflix de su familia para ver El juego del calamar y tener temas para debatir.
Aunque no falta quien le diga que es un desperdicio que una chica bonita se quede tras un hábito, ella recuerda esa fuerte sensación que tuvo en su primer año de voluntariado: “Vuelves a tu casa y sientes que eres una pieza que ya no encaja en ese rompecabezas, que ya perteneces a otro”.